sábado, 2 de abril de 2011

PREVENCION DE ACCIDENTES EN LA INFANCIA



De: Ignacio Manrique Martínez, Francisco Carsí Giner

APARTADO PREVENCION DE ACCIDENTES EN LA INFANCIA

En las dos últimas décadas, estamos obser­vando cómo la tasa de mortalidad infantil está experimentando un importante descenso.  En la mayoría de los países europeos se ha situado en cifras que oscilan entre el 6 y 15 por mil.  Gra­cias a los avances en medicina preventiva se ha disminuido ostensiblemente la mortalidad que se producía durante el parto y en las primeras semanas de vida, al igual que la relacionada con enfermedades infecciosas y oncológicas.
En este descenso ha influido también el aumento del nivel socioeconómico de los países gracias a las inversiones económicas realizadas por los correspondientes gobiernos como son mejoras del medio ambiente, ampliación de la asistencia sanitaria y prevención de enfermeda­des con un calendario vacunal más amplio que abarca a todos los grupos sociales.
Sin embargo, llama la atención que, mientras la mortalidad por enfermedades desciende, exis­te un importante aumento de la morbilidad, mor­talidad e invalidez debido a los accidentes.
En los países industrializados, los accidentes en la infancia constituyen la primera causa de muerte en niños mayores de 1 año.  Parece que nuestra sociedad est cada vez mejor preparada para enfrentarse a las enfermedades y sin embar­go no encuentra soluciones para actuar contra los accidentes.
Es un hecho conocido que muchos niños, en sus primeros 5 años de vida, sufren algún accidente, la mayoría, por fortuna, leves, no produ­ciendo lesiones importantes pero, si nos atene­mos a las estadísticas, las cifras son aterradoras.
Nos hemos habituado a oír cifras estadísticas sin prestarles la atención que se merecen; por ejemplo, los accidentes de tráfico los fines de semana y los puentes.  Pero nuestra intención, al abordar este terna, es precisamente cambiar este hábito y prestar más atención a aquellas situa­ciones en las que podemos actuar para evitar un accidente.
Hay que tener en cuenta que generalmente las estadísticas de accidentes no reflejan clara­mente la magnitud del problema.  A veces sólo indican la mortalidad, no el elevado número de niños que quedan con secuelas.
La proporción accidentes mortales / no mor­tales es superior al 1/200.  En todo el mundo durante un solo año, 20 millones de niños meno­res de 4 años sufren un accidente; de éstos, unos 10.000 fallecen y unos 30.000 quedan con algún tipo de secuela.
Antes de seguir nos gustaría definir la pala­bra accidente: "es un suceso independiente de la voluntad del sujeto, causado por un agente externo que actúa rápidamente y que se mani­fiesta por una lesión en el cuerpo o en la mente".  Con esta definición se pretende descartar la idea de que los accidentes ocurren por casualidad y que, por tanto, son inevitables.
Los niños, con su especial forma de ser, siem­pre explorándolo todo y sin miedo al peligro, y el medio ambiente en que habitualmente éstos se mueven, hacen que los accidentes tengan un patrón epidemiológico reconocido.  Conocemos por tanto las causas de estos accidentes: 53,6%, caídas y golpes; 12,2%, tráfico;  10,7%, intoxi­caciones; 7,3%, quemaduras; 4,5%, ahogamiento; 10,7%, otros).  Frente a esto el único medio a dis­posición de la sociedad para mejor proteger a los niños y reducir los accidentes es la prevención.
Con frecuencia solemos considerar la pre­vención como algo ajeno a nosotros, que sólo es responsabilidad de las autoridades sanitarias, asistenciales y políticas.  Pero hay que conven­cerse de todo lo contrario.  Cada uno de nosotros (sanitarios, padres, educadores, familiares, ciu­dadanos en general) debemos ser conscientes de la realidad del problema, detectar los peligros y hacer algo útil para resolverlos, antes de que se produzca el accidente.  Como dice el refranero, "Más vale prevenir que curar".


EPIDEMIOLOGÍA

Según un estudio realizado por el Comité de Prevención de Accidentes en la infancia de la Asociación Española de Pediatría, en España exis­ten más de 200.000 niños accidentados por año.  El Programa de Detección de Accidentes Domés­ticos y de Ocio del Instituto Nacional de Con­sumo detectó, en el año 2001, un total de 230 percances por hora de tipo recreativo o domés­tico, requiriendo atención médica de mayor o menor importancia 5/100 españoles, con un balance mortal de 2.086 fallecidos.  El hogar es el lugar más peligroso con el 51,7% de los acci­dentes, seguido por el transporte (18,5%), y la actividad deportiva (12,1%), etc. (Fig. l).
Fijándonos en la incidencia observamos varias características:
Sexo:     los accidentes son mucho más fre­cuentes en niños (71 %) que en niñas (29%), independientemente de la edad.  Los acci­dentes en niñas son más frecuentes en el hogar mientras que los niños los sufren más fuera de éste.  En los últimos años esta dife­rencia se va reduciendo pues las niñas parti­cipan cada vez más de las mismas activida­des que los niños.
Edad:   la mayor incidencia de accidentes en la infancia ocurren entre los 5 y 9 años.  En estas edades ya suelen jugar solos, no prestándoles ya la misma vigilancia que en eda­des inferiores. También comienzan a ir solos al colegio, a comprar, etc.  Sin embargo las intoxicaciones son más frecuentes en niños de 1 a 4 años debido a que en estas edades comienzan a andar y se les pierde el control cuando estamos en casa.
Domésticos:   se ha observado que los acci­dentes dentro del domicilio ocurren con mayor frecuencia en las horas de la comida y de la cena.  Es curioso, pues estamos todos en casa y, sin embargo, por motivos como las prisas o estar pendiente de la comida, se dis­minuye la vigilancia de los niños.  El lugar de la casa donde más accidentes se producen es la cocina.  También son más frecuentes en los meses de otoño e invierno, en los que por motivos obvios (mal tiempo, menos horas de luz) se pasa más tiempo en casa.
Fuera del hogar: con la llegada del buen tiempo ocurre todo lo contrario, pasamos más tiempo fuera de casa en parques, jardines, piscinas, etc.  En los meses de primavera y verano aumentan los accidentes fuera del domicilio.  Los accidentes de tráfico tienen máxima incidencia a la entrada y salida de los colegios.  Estos ocupan el primer lugar de causa de muerte en la infancia (Fig. 2).
El tipo de accidente mas probable para cada edad viene determinado por el grado de desa­rrollo del niño.
Lactante:   los lactantes pasan los primeros meses de vida casi sin moverse.  Día a día van adquiriendo mayor agilidad y, casi sin dar­nos cuenta, el niño ya realiza sus primeros giros, dando lugar en ocasiones a caídas desde la cama, cambiadores o de cualquier lugar elevado no suficientemente protegido.
En los primeros meses de vida no podemos olvidarnos del síndrome de la muerte súbita del lactante (SMSL).  Más adelante a partir de los 6 meses aprenden a sentarse, a coger objetos y a introducírselos en la boca (fase oral) con el peligro de aspiración de cuerpos extraños y ahogo mecánico, también tenemos que tener en cuenta las caídas desde cuna, tro­nas, taca-taca, escaleras, etc. Cuando comien­zan a gatear, además del riesgo de cuerpo extraño, pueden introducir los dedos en los enchufes o tocar cables o empalmes eléctri­cos (ordenadores).  Al comenzar la deambu­lación, la aspiración de cuerpos extraños o la ingestión de tóxicos constituyen el riesgo más frecuente.  En esta época el niño tiene mayor movilidad e independencia, su deseo de coger y manipular todo lo que encuentra a su alcan­ce y su deseo de imitar a los adultos, hace que las quemaduras, caídas desde escaleras, ven­tanas, etc., e intoxicaciones sean los acciden­tes más frecuentes.
Edad escolar: en ésta edad la pasión por el juego y el sentido de la competición hace que predominen las caídas de bicicletas, patine­tes, monopatines y en parques infantiles.  Tam­bién los accidentes de tráfico y las asfixias suponen un alto porcentaje de accidentes.
Adolescencia: aquí los accidentes al aire libre ocupan el primer lugar con mucha diferencia.  Hay que tener en cuenta los deportes, su mayor competitividad (natación, submari­nismo, escalada, etc.) y sobre todo los acci­dentes de tráfico (motocicletas y automóvi­les).
La mortalidad de los accidentes en España es de aproximadamente el 1%, lo que supone que unos 2.000 niños mueren cada año por esta causa.




Prevención


Como se supone, la prevención de los acci­dentes y, en consecuencia, de una parada car­diorrespiratoria, es la intervención que más vidas puede salvar.  Es obligación de todos, médicos, familiares, educadores, etc., conocer las medidas preventivas, cumplirlas, informar a todas las demás personas y estimular su cumplimiento.  Las instituciones gubernamentales deben dictar nor­mas de seguridad, mantener programas públicos de educación sanitaria y campañas de educación vial y prevención de accidentes para concien­ciar a la población de este gran problema.
Las medidas preventivas de la parada car­diorrespiratoria podemos encuadrarías en dos diferentes categorías, por un lado las que afec­tan al niño sano y por el otro las que afectan al niño enfermo.
Las medidas que hay que poner en marcha en un niño sano van encaminadas a la preven­ción de los accidentes, tanto dentro de su domi­cilio como fuera del mismo.  Las que afectan al niño enfermo lógicamente irán encaminadas al reconocimiento de forma precoz de aquellos sig­nos o síntomas clínicos de inminente fallo res­piratorio y/o circulatorio.  Por ello desglosaremos estas medidas en tres apartados: prevención en domicilio, prevención fuera del domicilio y pre­vención en niños con enfermedades.

Domicilio.
Dentro de este apartado, hemos querido des­glosar a efectos prácticos todas aquellas situaciones de riesgo que pueden presentarse en un domicilio, englobándolas en aquellos lugares de la casa en donde pueden darse con más fre­cuencia.  En ocasiones hay sucesos que pueden presentarse por igual en una zona u otra de la casa (lesiones por electricidad, intoxicaciones, caídas etc), con lo cual únicamente se detallarán en el lugar en donde consideramos que se dan con más frecuencia.

Dormitorio infantil.
El dormitorio del niño es el lugar de la casa en donde deben extremarse al máximo las medi­das de seguridad, pues es donde pasará la mayor parte del tiempo y en ella podemos encontrar infinidad de peligros. Intentaremos revisar los objetos potencialmente peligrosos e indicar las medidas preventivas a tener en cuenta.
Capazo.  El capazo es una cesta grande de mimbre, tela o madera que podemos utilizar en los 3 primeros meses de vida, antes de que el bebé aprenda a darse la vuelta.  Debe de cumplir una serie de medidas de seguridad como: Ser suficientemente ancho, con unos bordes altos que impida que se caiga y acolchados para evi­tar que se golpee.  El fondo debe de ser rígido y plano con un colchón y colchas transpirables.  Las sábanas y colchas deben de ser sujetadas con pinzas, nunca con correas o cuerdas.
Cuna.  Es la pieza del mobiliario infantil que más se utiliza y por tanto el elemento más impor­tante de la habitación.  Desde los tres meses hasta los tres años el niño dormirá en ella.  La distrac­ción de los padres o cuidadores, dejando solo al niño, es una de las principales causas de TCE (traumatismos craneoencefálicos) tras trepar el niño por la barandilla y caerse.
A la hora de comprarla ésta debe cumplir una serie de requisitos:

·     La cuna debe ser estable y segura.

·     Los barrotes deben de tener una separación adecuada, ni demasiado anchos para que el niño pueda meter la cabeza (nunca superior a 15 cm), ni demasiado estrechos, pues pueden quedar atrapados pies o manos. La distancia de seguridad oscila entre 6 y 7,5 cm de separación.
Los barrotes deben estar firmemente fijados al soporte y ser resistentes a golpes.
La altura de la barandilla no debe ser inferior a 60 cm desde el soporte inferior.
El lateral móvil, cuando se baje, deberá mantener una distancia de 20 cm desde el colchón, no menor. Estos laterales móviles deben disponer de unos sistemas de cierre de seguridad. Las puntas deben ser redondeadas.
No debe disponer de adornos o decoraciones superpuestas que puedan desprenderse con el tiempo y ser motivo, si se lo pone en la boca, de atragantamiento y/o asfixia.
Él somier debe ser plano, rígido y aireado, de listones de madera o látex.
El colchón se debe acoplar perfectamente en el somier y en los laterales de la cuna, no deben quedar huecos por donde el niño pueda introducir la cabeza. La altura ideal del colchón oscila entre 8 y 15 cm.
Las patas, si tienen ruedas, han de tener un sistema de freno.
Si se utiliza almohada, ésta debe ser muy plana, sólo de 2‑4 cm. Las más utilizadas son de goma espuma con sistema de aireación que impide que el niño se ahogue si se coloca boca abajo.
Aunque cada vez se utilizan menos, hay que tener mucho cuidado con las cunas antiguas, aquellas que pertenecieron a nuestros padres y que a menudo están guardadas en casas de pueblo o chalet, que no cumplen la normativa vigente en seguridad, y que pueden ocasionarnos algún que otro disgusto.
En niños menores de 2 años, nunca debemos dejar en la cuna peluches, muñecos o juguetes pequeños, pues existe también riesgo de asfixia. Nunca le deben dejar juguetes grandes en la cuna del bebé, podrían utilizarlos como escalones para saltar de la misma, con el riesgo de TCE. Y, por supuesto, jamás poner la cuna pegada a una ventana.
Cadenas, cordones, etc. Es muy frecuente que los bebés duerman con chupetes. Nunca debemos colocar en los chupetes elementos tales como cadenas, cordones, etc., para poner alrededor del cuello del niño y sobre todo al acostarlo. Tampoco sonajeros con cordones, ni siquiera cadenitas. A la hora de acostarlos hay que quitarles todo del cuello, incluso los baberitos, ya que podrían engancharse y producirles una asfixia por estrangulamiento.


Cambiador: el cambiador debe ser estable, que  no se tambalee, de forma ligeramente cóncava y con barandilla.  No debe ser demasiado pequeño (mínimo de 60‑80 cm), si es pequeño no hay que soltar nunca al bebé. La mayoría de los accidentes desde el cambiador se producen por descuidos. Suelen ser caídas por abandonar unas décimas de segundos la vigilancia, bien al darnos la vuelta para coger algún objeto de aseo que hemos dejado detrás, contestar al teléfono, etc. Tanto un supuesto como otro se pueden evitar. En el primer caso, teniendo la precaución de tener todo lo necesario a mano y prepararlo con antelación. Se ha demostrado que muchos de los accidentes que ocurren en niños suelen ser cuando los responsables del niño en ese momento (padres, familiares, cuidadores) contestan al teléfono. Esta situación se evita o bien dejándolo sonar o cogiendo al niño en brazos e ir a contestar.
Estanterías. Este mueble, muy frecuente en todas las habitaciones infantiles con juguetes, libros, muñecos, etc..., deben estar fuertemente fijadas a la pared, pues muchas veces los niños aprenden a trepar por ellas para acceder a sus juguetes con el riesgo de caerse o tirársela encima y sufrir un traumatismo craneoencefálico (Fig. 5).
Cajones. Los cajones de los muebles son una tentación y muchas veces los utilizan de escalera. Hay que tenerlos cerrados y con un tope de seguridad.
Lámparas. Las lámparas pueden volcarse golpeando al niño o produciendo un cortocircuito y el posterior incendio o electrocución. Las lámparas de pie o de mesitas deberían de ser sustituidas por lámparas de pared.
Cables eléctricos. Los cables llaman mucho la atención de los niños. Deberían esconderse o sujetarlos bien a la pared con regletas eléctricas.
Objetos de pequeño tamaño. Ojo con estos objetos que pueden ser juguetes, pilas, trozos de tela, papel, etc..., que se pueden introducir en la boca produciendo una obstrucción de la vía aérea. (véase Obstrucción de la vía aérea). En especial hay que tener cuidado cuando en la misma casa hay un niño mayorcito y un lactante, pues es habitual la aspiración de un cuerpo extraño procedente de juguetes desmontables utilizados por el niño mayor (Fig. 6).
Bolsas de plástico. Igualmente debemos mantener todo tipo de bolsas de plástico fuera de su alcance; los niños suelen jugar introduciendo la cabeza en ellas y pueden sufrir una asfixia. Utilizar para guardar juguetes bolsas de plástico perforadas que, en caso de introducir la cabeza, les permita respirar.
Parque. El parque es un instrumento que ha dado tranquilidad a los padres, ya que permite al niño tener cierta libertad de juegos y movimiento, estando en un espacio cerrado. A la hora de comprarlo debemos procurar que cumpla ciertos requisitos: la malla protectora debe ser de 7 mm máximo y con una altura de unos 55 cm, que no tenga cantos ni salientes, que tenga buena estabilidad para no volcar y que la base esté acolchada para evitar golpes.
Andador o "taca‑taca". Cuando en la consulta pediátrica los padres preguntan acerca de si es recomendable el uso de los famosos andadores o "taca‑taca" recuerdo siempre las palabras de un afamado pediatra que respondía: "peligroso a cualquier velocidad” (Fig. 8).
Los andadores o “taca‑taca" han sido usados desde al menos el siglo XVII, pero los peligros relacionados con su uso sólo se han destacado en las últimas dos décadas. Muchos padres cuando comienza a andar su hijo suelen pensar en comprarles un andador o "taca‑taca”, con el fin de que éste pueda deambular libremente por la casa sin peligro de caerse. Nada más lejos de la realidad. En el estudio realizado por Santos et al., en la Comunidad Valenciana se observa que el 42,6% de los encuestados afirmaron tener en su domicilio un andador producto, en la mayoría de los casos, de un regalo de un familiar o amigo y, en un 30% de los casos, como "herencia de un hermano, y la mitad de ellos lo utilizaban diariamente una media de 2’5 horas. El 25%, de los niños habían sufrido accidentes como consecuencia de su empleo, provocando desde lesiones leves, como contusiones, heridas, a lesiones graves como quemaduras, fracturas diversas y traumatismo craneoencefálico. Las lesiones más importantes se produjeron por caidas por las escaleras. En estos momentos la Academia Americana de Pediatría ha desaconsejado totalmente su uso.
Los padres siguen creyendo que el andador facilita el aprendizaje de la marcha, error este muy difundido entre la población. Es necesario realizar una campaña informativa para dar a conocer los riesgos de su uso, pues el hecho de que los padres sepan que puede provocar accidentes no supone un factor de disuasión ya que, pese a haber sufrido accidentes que requirieron visita hospitalaria, la tercera parte de éstos siguieron utilizando el andador durante más de dos meses.
Síndrome de muerte súbita del lactante. Dedicamos un último punto al síndrome de muerte súbita del lactante, dadas sus especiales características.
Se entiende como tal a aquella muerte repentina e inesperada de un lactante, aparentemente sano hasta entonces, de causa desconocida tras revisión meticulosa de la historia clínica, del escenario del fallecimiento y tras la realización de un estudio anatomopatológico.
Hay que diferenciar el concepto de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) del concepto de "episodio aparentemente letal" (EAL), antes llamado "casi muerte súbita". Un EAL constituye una situación que el observador puede definir como de muerte cercana. Habitualmente son episodios de apnea, cambios en la coloración de la piel o en el tono muscular, atragantamientos o aspecto de ahogo o de boquear. La relación entre el SMSL y los EAL no está clara, siendo escaso el número de niños fallecidos de SMSL en los que se hubiese documentado un EAL previo. Hasta en un 75% de los casos es posible identificar la causa del mismo, siendo lo más frecuente un reflujo gastroesofágico (RGE).
El síndrome de muerte súbita del lactante es una situación grave y dramática que afecta por igual a todos los países industrializados. Es la primera causa de mortalidad en los lactantes menores de 1 año. Su incidencia varía desde el 0,2 al 3 por mil de recién nacidos vivos, existiendo importantes diferencias entre países, etnias y nivel socioeconómico. En España ocupa el 6° lugar como causa de mortalidad infantil con una incidencia que oscila entre el 0,3‑1 por mil recién nacidos vivos. Existe un predominio de los niños sobre las niñas (3/2).
Según la definición de SMSL, cualquier niño durante el primer año de vida sería candidato a sufrir este síndrome pero, gracias a los estudios epidemiológicos realizados, es posible establecer factores de riesgo relacionados con el mismo e incluso establecer grupos de riesgo (Fig. 11).
• Los principales factores epidemiológicos implicados son:
‑ Postura prono al dormir
‑ Durante las horas del sueño: 0‑9 horas
‑ Lactancia artificial
‑ Fallecimiento previo de un hermano (riesgo 10 veces mayor) y gemelaridad (riesgo 40 veces mayor)
- Factores maternos: menores de 20 años, asistencia prenatal deficiente, enfermedades durante el embarazo, multíparas y con períodos cortos entre embarazos, fumadoras, adictas a las drogas y solteras.
‑ Factores relacionados con el niño: prematuridad (mayor riesgo cuanto menor es la edad gestacional; retraso del crecimiento intrauterino, displasia broncopulmonar, asfixia perinatal, baja puntuación de apgar, infección respiratoria leve o gastrointestinal moderada la semana previa, mayor incidencia entre 1‑6 meses con pico entre los 2‑4 meses, varones (3:2).
-      Factores ambientales y sociales: exceso de calefacción o abrigo, compartir la cama con los padres, nivel socioeconómico bajo, áreas urbanas, polución ambiental. Se producen más casos de SMSL en los meses fríos de invierno, al parecer por existir una relación con infecciones respiratorias banales.

Grupos de riesgo. La población de riesgo a presentar una muerte súbita infantil y, por tanto, candidata a monitorización domiciliaria, es la siguiente:
‑ Apnea idiopática grave
‑ Respiración periódica superior al 5% del tiempo de sueño
‑ Gemelos y hermanos siguientes fallecidos por SMSL
‑ Dificultad para la ingestión de alimentos: apnea y/o bradicardia
‑ Otros problemas pulmonares, neurológicos y cardíacos
‑ Prematuros con crisis de apnea o bradicardia (como alternativa a la hospitalización prolongada)
‑ Secuelas cardiorrespiratorias de displasia broncopulmonar
‑ Lactantes traqueostomizados
- Hijos de madres adictas a opiáceos y cocaína.


Monitorización domiciliaria. La utilidad de la monito- rización cardiorrespiratoria domiciliaria de los pacientes incluidos en un programa de prevención de SMSL, es un hecho discutido.  Los oponentes a la monitorización argumentan la dependencia excesiva del monitor que se gene­ra y la no evidencia de que dicho monitor pueda evitar alguna muerte súbita infantil.  A pesar de los criterios de inclusión establecidos la decisión de monitorización debe estar siempre indivi­dualizada y debe ir acompañada de un adecua­do soporte familiar que permita el manejo correc­to del monitor y, en caso de apnea y/o bradicar­dia, la posibilidad de iniciar maniobras de rea­nimación, Cualquier programa de este tipo debe contar siempre con un grupo de apoyo que cons­te de: pediatra que conozca el problema, enfer­mero que coordine y atienda al niño, trabajador social, técnico de la compañía del monitor y un hospital de referencia.  La duración de la moni­torización depende de cada caso en concreto y suele generar ansiedad familiar.  El tiempo monitorización promedio es de 3-4 meses aun­que puede ser mayor en niños con displasia bron­copulmonar, trastornos neurológicos, apneas obs­tructivas, etc,
Las condiciones para retirar el monitor son:
Ningún fenómeno detectado por el monitor que requiera estimulación enérgica en los últimos 3 meses.
Sin apneas en situación de estres.  Vacunación correcta, ausencia de infecciones.
Registro neumográfico normal cuando fue patológico al inicio de la monitorización.
En el hermano víctima de SMSL se debe mantener al menos durante 6 meses y al menos 1 mes tras cumplida la edad de la muerte de su hermano.
Recomendaciones actuales de la Sociedad Europea para el Estudio y Prevención de la Muerte Infantil (ESPID). Ante esta problemática médicosocial que representa el SMSL y al desconocer la causa precisa las recomendaciones que se hacen para su prevención son aplicables a cualquier recién nacido.

1.    Los lactantes, sobre todo los menores de 6 meses, deben dormir en decúbito supino (boca arriba).

2.   Evitar el tabaquismo materno durante el embarazo, lactancia y en el ambiente en que vive el lactante.

3.   Evitar el estrés térmico del lactante (exceso de calefacción y de prendas de abrigo).  Tem­peratura ideal en ambiente de 20ºC.

4.   Desaconsejar que el lactante duerma en la misma cama que sus padres.

5.   Fomento de la lactancia materna en los 6 pri­meros meses.



Dormitorio de los padres

Cama de los padres.  Los niños nunca deben dormir en la misma cama que las personas mayo­res, ya que éstos pueden, sin darse cuenta, asfi­xiarles al darse la vuelta, sobre todo si son lac­tantes.  Además, tal y como se indica en el apar­tado de Síndrome de muerte súbita del lactante, el otro problema que puede representar el dor­mir con un adulto, es el exceso de calor (supe­rior a 16-20ºC) siendo esta una de las causas relacionadas con este síndrome.
Mesilla.  El niño, como ser curioso que es, tien­de a explorar todo aquello que tiene a su alcance.  Los cajones de las mesillas de noche suelen ser una de las debilidades del mismo y un lugar de máximo riesgo, pues es donde los adultos suelen dejar ­guardados los fármacos de utilización más frecuente.  Los medicamentos ocupan el primer lugar en las estadísticas de intoxicaciones agudas en los niños.  Los más frecuentes son: analgésicos, antitérmicos (sobre todo el paracetamol) y antiinflamatorios, que por su uso frecuente se suele dejar a menudo olvi­dado en cualquier sitio.  En segundo lugar tenemos los tranquilizantes, sedantes, estimulantes y anti-depresivos.  Otros medicamentos a tener en cuen­ta son: medicamentos del aparato respiratorio, antihipertensivos o cardiotónicos de uso frecuen­te en personas mayores y que, por su uso diario, suelen estar siempre "a mano".

Como se ha señalado, los accidentes más fre­cuentes los causan los medicamentos de uso coti­diano, que no se guardan en lugares inaccesibles para los niños, sino que se dejan libremente a su alcance.  Desgraciadamente, la frecuencia de su uso no los hace ni menos tóxicos y ni menos peli­grosos.  Por eso es importante tomar ciertas pre­cauciones.  En todas las casas con niños debería haber un armario de pequeño tamaño destina­do a botiquín, situado a una altura inaccesible para el niño, cerrado con llave, que contenga todos los fármacos.  Lógicamente, la llave no debe estar en la cerradura.
Otras medidas preventivas a tener en cuenta serían: comprobar, cuando entra un niño a una habitación, que no haya medicamentos en mesas o su alcance (sobre todo aquellas casas en que habitualmente no hay niños pero que tienen visi­tas).  No guardar fármacos en bolsos o bolsillos. Ultimamente, algunos laboratorios han introdu­cido tapones de seguridad que sólo se abren y cie­rran con una serie de movimientos demasiado complejos como para ser realizados por un niño, ya que combinan la presión con el giro y que hacen más difícil su apertura.  Pero, desgraciada­mente, también se hace difícil para algunos adul­tos, por lo que a veces los dejan abiertos.  Los blis­ters (hojas metálicas que contienen los compri­midos individualmente) también suelen ser más
seguros.  A los niños pequeños les resulta más difí­cil abrirlos, sobre todo, al ser grises y opacos, impiden ver los colores llamativos que suelen tener.  Los medicamentos cada vez tienen mejor sabor y olor para ser aceptados por los niños.  A pesar de eso, muchos niños son reacios a tomar­los, pero es muy peligroso inducir a los niños a que tomen medicinas diciéndoles que son cara­melos o chucherías.  Finalmente, es recomenda­ble que los adultos no tomemos medicamentos delante de los niños, ya que tienden a imitarnos.


BAÑO.

El bario se puede considerar uno de los luga­res más peligrosos de la casa por el gran núme­ro de accidentes que se producen en él.

Bañera.  La bañera constituye un gran peli­gro.  El baño diario constituye un momento de relajación y de placer, ya desde bien pequeños.  Dentro del agua el niño ejercita sus músculos y desarrolla el sentido del equilibrio.  A los bebés sujételos mientras los baña, nunca los deje solos ni un instante.  Es el lugar donde los niños jue­gan con sus muñecos y casi nunca tienen prisa por salir.  A los niños más mayorcitos, a menudo se les deja momentáneamente solos cuando suena el teléfono, se va a comprobar la cena, se atien­de a los demás miembros de la familia, etc... y basta sólo un segundo para que al niño, que juega siempre sentado sin levantarse, se le caiga un juguete, se levante, resbale o se golpee en la cabe­za, pierda el conocimiento y se ahogue.  Por eso nunca hay que dejarlos solos en la bañera pues es uno de los lugares más peligrosos de la casa, de hecho, el 6% de los ahogamientos que ocu­rren en edad pediátrica se producen en ella.
Pequeños electrodomésticos.  Como son estufa, secador, radio, etc.... nunca deben estar en el cuarto de baño para evitar que, por des­cuido, caigan al agua.  Tampoco hay que dejar que los niños los manipulen nada más salir del agua, ya que pueden estar mojados y recibir una descarga eléctrica.
Suelo mojado.  Todos los niños, en sus jue­gos, tiran agua fuera, se ha de tener la precau­ción de poner una alfombrilla o toalla en el suelo o recoger el agua antes de que el niño salga, para evitar que pueda resbalar y caerse.
Cosméticos.  Las intoxicaciones por estos productos ocupan el primer puesto en frecuen­cia en niños menores de 6 años, y son unos gran­des desconocidos como agentes tóxicos.  A pesar de que los componentes de los cosméticos a las proporciones presentes no son peligrosos, es imprescindible tener una idea de los mismos dada la potencial toxicidad de algunos, caso del alco­hol, acetona, los disolventes y glicoles o el peró­xido de hidrógeno.  Los productos alisadores y rizadores del pelo pueden contener bromato potásico, que puede provocar en niños vómitos y colap­so, o bien perborato y borato los cuales, tras su absorción sistémica, dan lugar a hipotensión, alteraciones del equilibrio hidroelectrolítico, aci­dosis metabólica, convulsiones, coma y apnea.  En el caso de los productos para fijar y abrillantar que contienen alcohol etílico (20-30%), en niños pequeños puede provocar coma hipoglucémi­co a dosis de 1 ml/kg de peso; lo mismo podría pasar con ciertos perfumes, aguas perfumadas, lociones y colonias pues algunas de ellas llegan a tener porcentajes de alcohol entre el 50-95%.  Los quitaesmaltes contienen acetona en concen­traciones del 50-95%, pudiendo provocar en niños depresión del SNC similar a la intoxica­ción etílica.  El resto de cosméticos, como cham­pús, cremas para la piel, antisolares, bronceado­ras, desodorantes, dentífricos, etc., no suelen representar riesgo de PCR.

COCINA.

La cocina es otra estancia de la casa con muchos peligros y en la que los niños a veces pasan muchas horas mientras se realizan las tare­as diarias de un hogar (cocinar, lavar, fregar, etc ... ).
Fuego.  Uno de los principales problemas que nos encontramos son las quemaduras.  Sabemos que, de cada 2.500 personas mayores de quince años, por lo menos una sufre una quemadura seria al año y, si hablamos de menores de quin­ce años, las cifras aumentan: uno de cada 800 niños sufren una quemadura grave al año.  Las quemaduras son la segunda causa de muerte antes de los 4 años de edad y la tercera hasta los 14 años.  La lesión tisular empieza a partir de los 40º y aumenta de forma logarítmica con la tem­peratura.  El lugar donde mayoritariamente se producen las quemaduras es en el domicilio y dentro de éste, en la cocina; es por esto por lo que intentaremos que el niño no esté en la coci­na y, si esto no es posible, lo mantendremos siem­pre alejado del fuego, evitando además que juegue con cerillas, encendedores (peligro de igni­ción de la ropa) o con el horno.  A la hora de coci­nar tendremos que hacer mucho hincapié en utilizar, si es posible, los quemadores de detrás y, en caso de tener la necesidad de utilizar los de delante, colocar los mangos de las sartenes hacia dentro para evitar que los niños las alcancen y se las vuelquen encima.  Si tenemos el horno bajo, deberemos de proteger el cristal, sobre todo si hay niños que gatean o comienzan a andar, pues necesitan las manos para estabilizar su marcha, pudiéndose apoyar en el cristal y producirse que­maduras en las mismas.
Utensilios de cocina.  Son muy peligrosos, como es el caso de los cuchillos y tijeras.  Deben estar bien escondidos y fuera de su alcance.
Productos de limpieza domésticos.  Ocu­pan el segundo lugar como causa de accidentes tóxicos detrás de los medicamentos.  Cualquier producto utilizado en casa para la limpieza, man­tenimiento de plantas o bricolaje tienen com­ponentes químicos tóxicos y son, por tanto, peli­grosos para los niños.  La regla general es que ningún niño pueda acceder a ellos.  Sin embar­go, generalmente, en la mayoría de los hogares el lugar más frecuente de guardar estos productos es el armario que se encuentra debajo del fregadero.  Actualmente los envases suelen tener colores muy llamativos que atraen enormemente a los niños, de color amarillo, verde, rojo, azul, incluso con muñecos o dibujos.  "Son iguales que sus juguetes. "Otros, incluso por su gran seme­janza con los productos habituales del aseo per­sonal son incluso peligrosos para los adultos.  La industria química esta adoptando unos tapones de seguridad para hacer muy difícil la apertura a los niños.  Aun así, se debería obligar a utilizar frascos de colores no llamativos (grises, negros) opacos y sin ningún tipo de dibujo, para evitar esa atracción infantil.  Otra “mala costumbre extendida entre la población, sobre todo en las viviendas fuera de la ciudad, donde se utilizan más productos agrícolas y de jardinería, es la de trasvasar productos de unos envases a otros (por ejemplo: pesticidas en envases de vidrio utili­zados en casa habitualmente como mermeladas o conservas) y también pasar ácidos a envases de bebidas.  Esto puede llevar a confusión y, de hecho, todos los años se producen accidentes por este motivo.
Los productos más habitualmente implicados son los lavavajillas, abrillantadores de vajillas, detergente y suavizantes de ropa, quitamanchas, friegasuelos, limpiacristales, limpieza de WC, desatascadores, hipoclorito (lejía), etc.
Como prevención deberíamos guardar los Productos de limpieza perfectamente etiquetados y envasados, almacenados en armarios cerra­dos bajo llave.
Un punto y aparte merecen las intoxicaciones por insecticidas del hogar. Según los datos más recientes del Servicio de Información Toxicológica, dentro de las intoxicaciones por plagicidas, un 51,8% tienen lugar por productos domésticos y, de éstas, el 81,7% son causadas, en concreto, por insecticidas.. La etiología suele ser accidental, más comunmente en lactantes (sólo un 1% por motivos suicidas). Los insecticidas organofosforados son los más utilizados en la actualidad (etilazinfos y acefato para moscas y mosquitos, naled para plantas ornamentales, dimetoato contra las arañas, sumithion contra cucarachas y clorpirifos contra hormigas).  La clí­nica temprana, con dosis moderadas o altas, da efectos muscarínicos, nicotínicos y sobre el SNC.  La intoxicación aguda por insecticidas organoclo­rados inicia un cuadro gastroentérico, sobre el que progresivamente se va instaurando un cua­dro neurológico con convulsiones que puede ser mortal (debe evitarse el uso de adrenalina por el riesgo de fibrilación ventricular).  Las intoxica­ciones por repelentes de insectos (toluamida) han sido referidas en múltiples artículos, sobre casos de toxicidad y muerte, especialmente en niños, tanto por vía oral como dérmica, no estando com­pletamente dilucidado el mecanismo de toxici­dad.  Por último, no hay que olvidar el arsénico, utilizado como insecticida para hormigas y cuca­rachas, que es responsable de intoxicaciones graves en niños pequeños.
"Trona" o sillita alta.  Es una gran comodidad a la hora de comer, tanto para los padres como para el niño pues está con nosotros en la mesa.  Pero debe de cumplir unos requisitos de seguridad como son tener una buena estabilidad; la base debe ser mas ancha que el asiento, y una sólida estructura, sin empalmes.  Hay cine tener en cuenta que las caídas desde la trona son generalmente más peligrosas por producirse desde mayor  altura.  Para prevenirlas debemos sujetar bien al niño cuando lo pongamos en la “trona” o en las sillitas sujetas a la mesa, evitando que se ponga de pie en ella, y recuerde que nunca hay que dejar al niño solo.  Además, la “trona” no es para usarla durante todo el día, sino únicamente a la hora de comer.
Incendios.  En los incendios la principal causa de muerte está producida, no por el fuego en sí, sino por la inhalación de humo y gases tóxicos. Solo el 5% de las muertes se producen por prenderse la ropa.  Existe la falsa idea de que los incendios se producen en contadas ocasiones, nada mas lejos de la realidad; por ejemplo, un estu­dio realizado por el Ayuntamiento de Valencia refleja que se produjeron en el año 2001 un total de 2.680 incendios, que requirieron la inter­vención de los bomberos, presentando lesiones en el 11 % de los casos.  En este mismo estudio se observa que son los meses de invierno (noviembre, diciembre y enero) en donde se producen el mayor numero de sucesos.  Las causas principales de estos incendios son los cortocir­cuitos (electrodomésticos y aparatos eléctricos), seguidos de los descuidos de las estufas u otros aparatos de calefacción y, por último, los esca­pes de gas.
Existen muchas formas de prevenir los incen­dios.  En primer lugar, evitar en la casa los materiales de rápida combustión y colocar detectores de fuego y humo en todas las habitaciones de la casa, preferentemente en los dormitorios, pues la mayoría de los incendios se producen mien­tras estamos durmiendo.  Así, debemos evitar el exceso de materiales y objetos decorativos fun­gibles (cojines, cortinas, visillos).  Es aconsejable colocar los detectores de fuego y sistemas de aspersión en los lugares más peligrosos de la casa como son cocina, chimeneas, etc.  Se debe revisar periódicamente por personal especializado los calentadores de agua, estufas, cocinas, insta­laciones de gas, etc.
No debemos dejar nunca solos a los niños en casa, sobre todo si existe un fuego encendido.  No dejar chimeneas o braseros encendidos por la noche. Si se fuma, hay que revisar que no se haya quedado ningún cigarrillo encendido.  No fumar nunca en la cama.  No permitir que los niños jueguen con cerillas, mecheros,etc.  Evitar al máximo los materiales fungibles y utilizar para dormir tejidos poco inflamables.  No utilizar alco­hol u otros líquidos para avivar fuegos (chime­neas, barbacoas).  Hay que tener siempre un extin­tor en casa, explicándoles su uso a todos los miembros de la familia.  Deben conocer todos el número de teléfono de los bomberos.
Sería aconsejable que, además de estas medi­das preventivas, toda la familia supiera qué hacer en caso de producirse un incendio.  Deberemos enseñar a los niños que no se pongan nerviosos; si se acaba de producir el fuego, hay que inten­tar apagarlo con una escoba o manta, evitando reavivarlo; si no podemos apagarlo, se debe lla­mar rápidamente a los bomberos antes de salir.  Si se prenden las ropas, no hay que correr, sino­ tirarse al suelo y rodar para apagarlo.
Taparse la cara con las manos o con pañue­los o trapos húmedos.  Si hay mucho humo se debe gatear para salir de la habitación.  Cerrar puertas y ventanas, para evitar corrientes y que se extienda más rápidamente.  No bajar por el ascensor, sino por las escaleras.  Avisar al resto de los vecinos.  Es fundamental salir lo antes posible, no pierda el tiempo en recoger enseres persona­les, podría ser fatal.
Comedor-salón.  En el comedor y sobre todo a la hora de comer, debemos observar ciertas medidas de seguridad como son: no poner man­teles demasiado largos, pues los niños pueden tirar de ellos y volcarse la comida caliente, vasos, platos, etc.  Si estamos tomando algún líquido caliente, no tengamos a los niños en brazos, ya que pueden estirar la mano en un descuido y tirárselo por encima (mucho cuidado con las fon­due).  No circule con líquidos calientes (sopas, cafés, leche, etc.) mientras los niños están por alrededor, pueden tropezar y vertérselo por enci­ma.
El salón suele ser el punto de reunión fami­liar.  En esta estancia existen infinidad de posi­bilidades de accidentes como son los enchufes eléctricos, los cuales deberían tener protectores especiales mientras no se utilicen (véase Acci­dentes por electricidad) y otros electrodomésti­cos como televisión, equipo de música, etc., los cuales deben estar bien adosados a la pared para que el niño no pueda acceder a la parte poste­rior de los mismos, que es donde están las conexiones eléctricas.  Como medida de prevención, todos los electrodomésticos deberían estar apa­gados y desenchufados mientras no se utilicen y, además, la mesa de la televisión de ser segura y estable, para que no se vuelque con facilidad.  Otro punto de riesgo son las vitrinas con las cris­talerías (copas, vasos, etc.), procure que el niño no juegue con ellos, debido a la posibilidad de rotura y el consiguiente riesgo de herida grave.  Si se toman bebidas alcohólicas, se deben vigi­lar constantemente y nada más finalizar, hay que retirar los vasos, pues en un descuido los niños pueden beber los restos, con el peligro de into­xicación alcohólica.  Cuando no se utilicen debe­rían estar guardadas en armarios inaccesibles y cerrados con llave.
También son frecuentes en lactantes las caí­das desde el sofá, bien por dejarlos dormidos en él o por utilizarlo como cambiador.  Las estan­terías deben fijarse fuertemente a la pared para impedir que se las tiren encima.  En caso de exis­tir chimenea, ésta debe de tener un buen pro­tector, evitando que los niños se puedan acercar a ella.  Evitar esquinas, salientes o estantes a la altura de los niños; cuando no sea posible evi­tarlas, deberemos colocar unas cantoneras pro­tectoras en las esquinas, con el fin de evitar la posibilidad de traumatismo crancoencefálico.
Muchas de las plantas domésticas, tanto de interior como las cultivadas en jardines, pueden ser altamente peligrosas.  Unas son peligrosas por sus hojas; otras, por sus bulbos y otras, por sus frutos.  Algunas de estas plantas deberían colo­carse fuera del alcance de los niños, pero otras deberían estar fuera del hogar.  Tener plantas des­conocidas en casa, solo por su bonito aspecto, sin conocer si son o no venenosas, muy peli­groso e incluso mortal.  Es fundamental conocer su nombre científico en latín, pues su nombre popular varía mucho de unos lugares a otros e incluso se confunden.  Dentro de las plantas peli­grosas tenemos: Euphorbia pulcherrima (poinsetia); Diefenbachia (diefembaquia); Gloriosa suiperbia (lirio trepador); Mirabilis jalapa (dondiego de noche)-, Narcissus pseudo narcissus (narciso), Ipomocha purpurea (campanilla trepadora)-, Hya­cintus orientalis L. (jacinto)-, Scindapsus pictus Hassk, (potos)-; etc.  Es fundamental enseñar a los niños que no deben comer o chupar nin­guna planta.
Despacho.  El aumento creciente de aparatos eléctricos en los domicilios ha aumentado el riesgo de accidentes por electricidad al usarlos inco­rrectamente o sin tomar las oportunas precauciones, por ejemplo en Andalucía se registra­ron en los años 1992-94 (Instituto Nacional de Estadística) un total de 18 muertes por electro­cución.  Actualmente, con el uso de ordenadores e Internet, en cualquier casa existe ya una habi­tación o estancia destinada a estos aparatos (orde­nador, scanner, impresora, modem, etc.). Cada uno de estos aparatos necesitan su conexión eléc­trica, por lo que es muy frecuente encontrar­nos infinidad de cables arrastrando por debajo de las mesas, sillas o por los rincones, hechos un amasijo.  Esta situación, tan frecuente para los adultos, suele pasar desapercibida, pero se convierte en un lugar extremadamente peli­groso, sobre todo para lactantes que gatean y que se los encuentran en su campo de acción llamándoles extraordinariamente su atención y sien­do la causa del alto número de accidentes por electricidad.  Los accidentes ocasionados por la electricidad suponen sólo el 1,8% de los acci­dentes, pero pueden provocar lesiones impor­tantes (8a causa de mortalidad).  El 80% de estos accidentes ocurren con circuitos de baja tensión (250 V),que es la corriente habitual en las casas, resultando mortales el 10% de los mismos.
El que estos accidentes sean o no mortales depende de varios factores: intensidad y tensión de la corriente, duración de la descarga y parte del cuerpo que ha afectado.  Dentro de los dife­rentes tipos de corrientes, hay que especificar que la corriente continua no da normalmente lugar a ninguna reacción, mientras que la corrien­te alterna si, especialmente entre 50 y 1.000 Hz. y con menos voltaje si se trata de HF (alta fre­cuencia).
Hay estudios hechos respecto a los caminos más peligrosos y, por tanto, mortales para el ser humano con respecto al paso de la electricidad:
·     Mano izquierda a mano derecha.
·     Mano izquierda a pie derecho.
·     Mano izquierda a cabeza.
-    Mano derecha a pie izquierdo.
En casos leves sólo producirá una sensación de       hormigueo y una leve sacudida por contractura muscular.  En caso de descarga más impor­tante puede producir una quemadura en la entra-


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Tabla 1. Efectos de la corriente eléctrica sobre el ser humano

Intensidad de la corriente
aplicada durante 1 segundo      Efecto

1 mA.                       Nivel de percepción.

5 mA.                      Corriente máxima que no causa daño.

10-20 mA.               Sacudida, precede la contracción muscular.

50 mA.                    Dolor.  Posible desfallecimiento.  Agotamiento.  Daño mecánico.  Las funciones respiratorias y cardíacas continúan.

100-300 mA.           Empieza la fibrilación ventricular.  El aparato respiratorio permanece intacto,

6 A.                        Contracción miocárdica sostenida seguida de un ritmo cardíaco normal.  Parálisis respiratoria temporal.  Quemaduras si la densidad de corriente es alta.
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da y salida de la corriente.  Pero también exis­ten casos graves de electrocución con pérdida de conocimiento y parada cardiorrespiratoria.  El contacto con la corriente alterna puede causar ­contracciones tetánicas de los músculos esqueléticos y evitar que las víctimas se desprendan de la fuente eléctrica.  Esto supone exposición prolongada y más liberación de corriente; la fre­cuencia repetitiva de la corriente alterna también alimenta la posibilidad de liberación de corrien­te hacia el miocardio durante el período vulne­rable de recuperación del ciclo cardíaco y puede precipitar una fibrilación ventricular.
Dos son los tipos de accidentes eléctricos más frecuentes en el hogar; los producidos por con­tacto directo de la corriente y los producidos por aparatos no correctamente aislados.
Los accidentes por contacto indirecto son los producidos por aparatos que no están en ten­sión pero que por mal funcionamiento se ponen en contacto con ella. Como medida preventiva esta el rechazar cualquier aparato eléctrico que no esté en perfectas condicio­nes de uso.

Los accidentes por contacto directo sol los que ocurren con más frecuencia en niños y se producen cuando los niños tocan directamente los bornes de un enchufe no introducido totalmente o la parte metálica de un portalámparas o un cable descubierto. También puede ocurrir que, gateando, el niño encuentre un cable eléctrico y se lo meta en la boca, o bien introduzca un objeto metálico dentro de un enchufe. Otra situación frecuente es cuando el niño manipula o toca un aparato eléctrico mal aislado; esta situación se puede producir, por ejemplo, al salir del baño y tocar el secador del pelo con las manos húmedas, pies descalzos o suelo mojado; también puede ocurrir en verano, al salir de la piscina y abrir una nevera.

Como medidas de prevención de accidentes eléctricos deberíamos procurar que las instalaciones eléctricas cumplieran la normativa de seguridad vigente (disponer todas las viviendas de un sistema diferencial que se disparase en caso de accidente, colocar sistemas de seguridad en los enchufes, portalámparas de material aislan­te, evitar un excesivo número de aparatos eléc­tricos o lámparas en las habitaciones de los niños, no sobrecargar un mismo circuito o enchufe, evitar colocar enchufes a menos de 2 metros de una toma de agua o grifo, evitar el uso de electro­domésticos en mal estado,etc.). Además de la seguridad en la vivienda, hay que hacer hinca­pié e insistir en la educación: no manejar elec­trodomésticos con manos mojadas o pisando un suelo arrojado, evitar las alargaderas y los cables con defecto o mal aislados o con empalmes, no conectar a la red excesivos aparatos, no pasar ­cables eléctricos por debajo de alfombras, revisar los juguetes eléctricos, etc.

VENTANAS, BALCONES Y ESCALERAS.

Cuando el niño comienza a deambular es un momento muy peligroso, pues accederá a luga­res hasta entonces desconocidos.  Ahora es aconsejable evaluar los posibles peligros de la casa y tomar las medidas preventivas adecuadas antes de lamentar daños.  El mayor peligro se encuentra en las ventanas, balcones y terrazas.
Ventanas.  Son una tentación para los niños, sobretodo cuando ya han aprendido a andar y pueden libremente acercarse a ellas.  A través de las mismas observan la calle, a la gente, los coches, todo aquello que les fascina cuando salen de paseo.  Por ello son un auténtico peligro.  Se deberían excluir todas las ventanas bajas.  Nunca debemos situar juguetes u objetos que les puedan llamar la atención cerca de las mismas. Debemos evitar colocar sillitas, juguetes grandes, baú­les de juguetes, etc., debajo de las ventanas, pues las pueden utilizar para trepar. Lo correcto sería colocar sistemas de cierre de seguridad, que impidan a los niños abrirlas pero que al mismo tiempo faciliten la ventilación y nos permita abrirlas en caso de incendio.  Por ejemplo, se pueden poner unas cadenas de seguridad que nos per­mitan abrirlas sólo 15-20 cm.  El cristal de las ventanas también es un tema a tener en cuenta, no se debe romper con facilidad y, en caso de que así ocurriera, no debe fraccionarse y caer sobre el niño.  Lo ideal son las ventanas de doble cris­tal o las que llevan un entramado metálico en su interior. También conviene recordar que existen unas películas transparentes que, aplicadas a los cristales, impiden que éstos se desprendan en caso de romperse.  El mismo cuidado hay que tener con las puertas de cristal y, sobre todo, con las puertas correderas de los balcones.  Todos los años se producen accidentes, tanto en niños como en adultos, con este tipo de puertas.  Se deben poner pegatinas a diferentes alturas para señalizar el cristal al igual que seleccionar con cuidado el tipo de cristal.  "Lo que en un principio parece caro, puede ser que a la larga nos salga barato".
Balcones y terrazas.  Es aconsejable poner por la parte de dentro de la baranda una red (por ejemplo, de plástico), bien fijada para impedir que el niño trepe o pueda pasar a través de los barrotes.  En caso de barandas excesivamente bajas, es aconsejable ampliarlas con un trozo de esta red.  Es muy importante en terrazas o bal­cones no dejar objetos sobre los cuales el niño pueda trepar (sillitas, macetas grandes, correpa­sillos, tendederos, etc.).
Escaleras.  Encuadrando dentro de este apar­tado tanto a las escaleras internas o externas de las casas.  Es recomendable poner a la entrada de la escalera una puerta de seguridad compacta con barrotes bien juntos como los de las cunas, por donde no pueda saltar, y con un sistema de cierre seguro.  Estas puertas son recomendables también en zonas de la casa donde puedan exis­tir peligros: garajes, almacén, etc.


FUERA DEL DOMICILIO


En los niños se ha observado que a partir de los 2 años se produce un aumento de los acci­dentes extradomiciliarios.  Esto tiene su base en que los niños pasan progresivamente más tiempo fuera de casa en parques, guarderías, colegios, etc.  Nuestra misión como padres es educarles e ir dándoles progresivamente unas mayores auto­nomia y responsabilidad, que vean que confia­mos en ellos, sin perder en ningún momento la vigilancia.  "La mejor prevención es una buena educación."
Vamos a revisar estos accidentes extradomi­ciliarios según el lugar donde se pueden produ­cir.


Calle.
Está demostrado estadísticamente que los accidentes extradomiciliarios más frecuentes en la edad infantil se producen a la hora de entra­da y salida del colegio y en los meses de prima­vera y verano.  En la primera situación, los niños suelen ir deprisa o jugando con sus amiguitos por lo que no prestan la atención adecuada a las normas de Seguridad vial como ir por la acera, cruzar por los pasos de cebra, esperar a que el semáforo esté verde, etc.  El aumento que se observa en los meses de primavera y verano es debido a que con la mejoría del tiempo y con el aumento de las horas de sol, los niños pasan más tiempo fuera de casa, jugando en la calle o parques, practicando deportes al aire libre, etc... En este aspecto debemos inculcar a la población en general y a los niños en particular una buena educación vial y una serie de normas de seguridad  
como son:

Que los niños no utilicen la calle como lugar de juego. Deben acostumbrarse a jugar en los parques infantiles o zonas de recreo.  Instar a las autoridades municipales a la creación de estas áreas con unas buenas medidas de segu­ridad y aisladas del tráfico, con entradas y salidas bien señalizadas.
Si el niño es pequeño debe ir acom­pañado por un adulto y  cogido de la mano.  No se debe dejar que un niño utilice la calle para correr, aunque sea por una acera ancha, pues luego hará lo mismo en lugares más estrechos, con mucha gente o tráfico.

En cuanto la madurez del niño lo permita (alrededor de 3 años), se le debe enseñar las normas de seguridad y comportamiento vial.  Se le enseñará el significado de los pasos de cebra y de peatones, cuando deben cruzar y cuando no, mirar siempre en uno y otro sen­tido, enseñarle los diferentes símbolos y colo­res de los semáforos, cómo hay que circu­lar, etc.  Recuerde que el niño aprender mucho mejor si el pasear por la calle no supo­ne una serie de órdenes sino un momento placentero se descubren cosas nuevas.  Es fun­damental enseñar con el ejemplo. (De nada nos sirve indicarle que debe cruzar por el paso de cebra o de peatones, si luego nos ve a noso­tros cruzar por medio de la calle.)

ACCIDENTES COMO PEATÓN EN LA CALLE/CARRETERA.

La cifra de atropellos en nuestro país prácticamente no ha variado en los últimos diez años.  La cifra de fallecidos por este motivo se sitúa entre 800-1000 personas al año.  Por ejemplo, de los 5.500 fallecidos en el año 2001 por accidentes de circulación, 845 eran peatones (898 falleci­dos en el año 2000).  Según los estudios de la Dirección General de Tráfico, en el 66% de los casos el peatón estaba cometiendo una infrac­ción cuando fue atropellado, fundamentalmen­te cruzar la calle por un lugar indebido o cami­nar por una carretera sin adoptar suficientes pre­cauciones.
El mayor porcentaje de víctimas se produce entre los mayores de 60 años y los menores de 18 años.  Un tercio de los niños fallecidos en accidente de tráfico es peatón y en los últimos años el 75% de los niños fallecidos en estos siniestros en ciu­dad eran peatones.  Casi el 50% de los fallecidos menores de 18 años tenía menos de 11 años.  Hasta el año 1978 morían el doble de peatones en carre­tera que en ciudad, pero desde 1994 los falleci­dos se reparten casi al 50% .
Como puede deducirse de los datos mos­trados, la calle / carretera son uno de los sitios de mayor número de accidentes en nuestro país, debido a que es un lugar habitual de juego para un gran número de niños, conducción agresiva de ciertos automovilistas en zonas de recreo infan­til y la falta de educación vial (cruzar la calzada fuera de la intersección, atravesar la intersección, circular por la calzada o arcén por el lado inco­rrecto, al bajar o subir a un vehículo, etc.).

Prevención.
1.    No permitir que los niños utilicen la calle como un área de juego o al menos hacerlo bajo la supervisión de un adulto.

2.   Deben crearse y utilizarse las áreas peato­nales y los espacios libres para el juego. Éstos deberán estar separados del tráfico.  Los padres deben acostumbrar a los niños a jugar en parques o plazas ubicadas a tal efecto.

3.   Si no lo hay, los vecinos deben organizarse y solicitarlo a la municipalidad correspon­diente.

4.   Si el niño es pequeño deberá ir siempre cogi­do de la mano de un adulto, no permitiendo que corra libremente por la acera.

5.   Enseñarle los posibles peligros, pero enseñar bien.  No olvidemos que los niños aprenden por imitación, por tanto crucemos nosotros las calles por los pasos de peatones cuando los semáforos están en verde, pasos cebra, etc., mirando siempre antes de cruzar en ambos sentidos.  Las instrucciones que demos a los niños deben ser claras y concretas.

6.   A partir de los 3 años se le debe ir enseñan­do estas normas básicas de seguridad.

En carreteras o en calles sin acera, enseñarles a caminar al sentido contrario al de la circu­lación, para ver mejor los coches que vienes de cara y evitar atropellos.  Hay que tener en cuen­ta que:
1.   La visibilidad disminuye mucho hacia el atar­decer; a partir de ese momento acostúmbre­le a usar ropas con colores brillantes, que son más visibles.  Si es posible, adherir cintas reflectantes a la ropa.  Según estudios reali­zados, la aplicación de materiales reflectan­tes en uniformes escolares ha reducido la siniestralidad, al aumentar la visibilidad por parte de los automovilistas, permitiéndoles frenar a tiempo.
2.     En estudios de seguridad vial se ha demos­trado que circular a una velocidad de entre 20-30 km/hora por una zona infantil disminuye notablemente el número de atropellos infantiles.  También se ha demostrado efec­tiva la instalación de bandas reductoras de velocidad en las cercanías de los colegios, calles peatonales, parques, etc.


Accidentes como conductor de bicicleta o ciclomotores.
Se ha demostrado que la mayoría de las lesiones producidas por accidentes de bicicle­ta o ciclomotor se debían a: 90% por caída, 20% por pavimento irregular: 20% por ir más de uno en la bicicleta o ciclomotor; 10% por incapacidad de usar el freno frente a una emergencia o no frenar a tiempo.  El 90% de estos accidentes afectaban al sexo masculino, sólo el 20% usaban casco y, en el caso de la bici­cleta, ninguno usaba otra protección, ya sea en las rodillas o los codos.
De las lesiones encontradas, 1/3 fueron en la cabeza (traumatismo crancoencefálico), ningu­no de éstos usaba casco, un 47% severas lesio­nes faciales, un 47% fracturas, tanto de la extre­midad superior como de la inferior.  Llama la aten­ción que el 50% de estos niños estaban bajo la supervisión de un adulto.

Medidas preventivas en  bicicleta.
Enséñele a manejar correctamente la bicicleta. Elija para ello un lugar adecuado con pavimento suave y alejado del tráfico .
Para montar en bicicleta es aconsejable llevar ropa cómoda (deportiva), que sea bien visible tanto de día como de noche (material refractario).
Evitar que los niños menores de 5 años circulen solos por las calles y en especial al atardecer, cuando las condiciones de luz dificultan la visibilidad (el 250/ de las muertes accidentales en bicicleta, se producen al final del día).
Una bicicleta debe ser siempre comprada de acuerdo con el tamaño del niño. Éste debe ser capaz de tocar el suelo con la punta del pie, cuando esté sentado en ella, y debe haber 3 centímetros de espacio entre la barra y su entrepierna al estar parado con los pies en el suelo.
Es fundamental el uso del casco. La posibilidad de sufrir un traumatismo craneoencefálico en los ciclistas que llevan casco con los que no lo llevan es de 20:1. Al caerse de la bicicleta lo primero en golpear contra el suelo es la cabeza. En la mayoría de los países desarrollados es obligatorio el uso del casco para circular en bicicleta, independientemente de la edad del conductor. Aquí volvemos a recordar que la mejor educación es e1 ejemplo y los padres deben también de protegerse con el casco. Hay que procurar que el casco utilizado proteja también la barbilla.
Además, es aconsejable proteger al niño con  coderas y rodilleras adecuadas.
En carretera debe circular por el arcén o el "carril bici", si existe, o de 1o contrario lo más cerca posible del borde derecho de la calzada, dando paso preferencial a los vehículos.
Enséñele a indicar con antelación las maniobras a realizar y no ejecutarlas hasta no estar seguro de que no existe peligro.
Si se viaja en grupo, ir en fila y no uno al lado del otro. Indicarles el peligro cine supone el soltar las manos del manillar, "agarrarse" a otros vehículos, circular por las aceras o entre los vehículos, etc.

Medidas preventivas en ciclomotor.
La utilización del casco en motos y ciclomotores reduce en un 85% los traumatismos craneoencefálicos y las lesiones cerebrales en un  88%. Y la mortalidad se ha visto reducida en un 51 % con el uso del casco.
2. Para que sea eficaz, debe estar bien coloca­do, evitando que quede inclinado hacia delan­te o hacia atrás, dado que su función, ade­más de aguantar los golpes, es la de absor­berlos.
3. La correa de seguridad abrochada pues, de lo contrario, saldría despedido en caso de caída.
4. Ajustado pero sin apretar ninguna zona de la cabeza.
No utilizar uno que ya haya sufrido un fuer­te golpe.
6. Desde que entró en vigor el Reglamento de Circulación (1992) es obligatorio su uso en todo tipo de vías, y tanto para conductores como para pasajeros.
7. Evite que su hijo utilice este vehículo antes de la edad permitida por la legislación vigen­te (14 años) y sin poseer el permiso de cir­culación correspondiente.


ACCIDENTES EN AUTOMÓVIL COMO PASAJERO.
La evolución de los accidentes de tráfico en España, entre 1981‑1999 según el Boletín Esta­dístico de accidentes de la Dirección General de Tráfico (DGT) publicado en el año 1999, refle­ja un incremento en el número de accidentes entre los años 1982‑1989, año en que se desarrolla la Ley de Tráfico, Vehículos y Seguridad Vial y en el que se produce una disminución en el número de accidentes, hasta el año 1994, en que se rompe ligeramente la tendencia, volviendo a incrementarse en 1997.
En este mismo informe se señala que la frecuencia de accidentes en zona urbana es mayor que en carretera; sin embargo, es en carretera donde más víctimas mortales se producen (81,9%). Los niños, en comparación con los adultos,
tienen una mayor vulnerabilidad en caso de acci­dente, tanto por su anatomía (al tener una menor masa corporal, las lesiones producidas suelen ser  mayores), como por su comportamiento. Duran­te los primeros meses de vida sufren una gran indefensión, siendo entre 1‑4 años un periodo de gran peligrosidad por su constante movilidad, adoptando posturas y situaciones peligrosas den­tro de un vehículo.
Los niños que viajan en un automóvil están expuestos a infinidad de peligros si no se hallan bien sujetos, como salir despedido del vehículo o ser desplazado dentro del mismo en cualquier dirección, golpeándose contra el parabrisas o demás pasajeros y sufriendo heridas o trauma­tismos graves.
Se ha demostrado que al frenar bruscamen­te o al sufrir una colisión frontal los ocupantes salen impulsados hacia delante, con una fuerza equivalente a la velocidad del vehículo y la inten­sidad con que se pise el pedal del freno. Así, a 60 km/h la fuerza de impacto contra el parabrisas delantero equivaldría a 30 veces el peso del con­ductor o pasajero (por ejemplo, un niño de 20 kilos x 30 = 600 kilogramos). Las consecuencias en daños personales son más graves si es el pasa­jero de los asientos traseros el que sale despe­dido, pues impactará con la fuerza antes men­cionada contra los ocupantes de los asientos delanteros.
Nunca piense que un lactante o niño en bra­zos de un adulto va más seguro, pues a más de 5 km/h no podría sujetarlo en caso de acciden­te o frenazo, y saldría despedido de sus brazos. La opción más segura para los niños es utilizar un cinturón y un asiento de seguridad expresa­mente diseñado para tal uso y colocado correc­tamente (sistema de seguridad infantil). Estos sis­temas son los ideales para proteger a los niños en caso de accidente además de contribuir a la comodidad del niño durante el viaje.



Sistemas de seguridad infantil (cinturón, asientos de seguridad).
Se calcula que de los 1.400 niños que mue­ren en Europa por accidentes de tráfico, 1.000 podrían haber salvado la vida si se hubiera uti­lizado correctamente un sistema de sujeción. Por este motivo es fundamental inculcar a los padres la importancia de estos dispositivos y su uso ade­cuado, ya que para que resulten útiles deben adaptarse al peso y talla del niño así como al vehí­culo en que se instale. Queda prohibido circular con niños menores de 12 años, situados en los asientos delanteros del vehículo, salvo que utili­cen dispositivos homologados al efecto (Art. 10 del Reglamento de Circulación). En líneas gene­rales se ha demostrado que el sencillo acto de abrocharse el cinturón de seguridad disminuye en más de un 40 por 100 el número de muertos y heridos.
En líneas generales, el uso del cinturón de seguridad está ampliamente extendido. El 78% de los usuarios lo utilizan cuando viajan en los asientos delanteros. Sin embargo, esta cifra des­ciende bastante cuando se contabilizan los usua­rios de los asientos traseros (en general, niños) y cuando se trata de abrocharlo para recorridos cortos en zona urbana. Desde 1992, el Regla­mento de Circulación vigente en España obliga a utilizarlo a todos los pasajeros y en cualquier tipo de recorrido urbano o interurbano y por corto que éste sea.
Está técnicamente probado que el uso de pinza como sujeción del cinturón de seguridad disminuye notablemente su efectividad, aumen­tando el número de traumatismos craneoence­fálicos por impacto de la cabeza con el parabri­sas.
El número máximo de personas que pueden transportarse no puede exceder del número de plazas para las que esté autorizado el vehículo, todas ellas emplazadas y acondicionadas en el lugar destinado para ello.
El segundo pilar de los sistemas de seguridad infantil (SSI) son los asientos de seguridad. No todos ellos son iguales, sino que varían según el peso y la edad de los niños, distinguiéndose varios grupos:
Grupo 0. Este grupo corresponde a lactan­tes de 0‑9 meses de edad (peso hasta 10 kg apro­ximadamente). Existen dos dispositivos homo­logados:
‑ Cuco o capazo. Este sistema es utilizado por prematuros o recién nacidos. Suele ser rígi­do y provisto de una red superior o un arnés, para evitar que salga despedido en caso de accidente. Se debe colocar en el asiento tra­sero, en posición transversal y sujeto con los cinturones de seguridad del coche y/o cintu­rones suplementarios que se venden con el cuco o capazo.
- Silla de seguridad. También se puede utilizar esta silla situándola en el asiento delantero o trasero del vehículo, pero en sentido contra­rio de la marcha y sujeto con el cinturón de seguridad. Sin embargo, esta silla no es com­patible con dispositivos de aírbag en el asien­to delantero, ya que al hincharse en caso de accidente puede dañar seriamente al niño.

Grupo 0 plus. Este grupo corresponde a lac­tantes de 9‑18 meses de edad (peso de 9 a 13 kg). También existen dos dispositivos:
‑ Capazo. Se situará, al igual que en el grupo anterior, en el asiento trasero, en posición transversal y sujeto con los cinturones de seguridad del vehículo o arneses especiales.
‑ Silla‑cesta de seguridad. En una silla peque­ña e inclinada con un asa superior que se puede situar en el asiento delantero como en el trasero del vehículo y siempre en sen­tido contrario a la marcha, ya que el esfuer­zo biodinámico al que se somete al niño en caso de accidente se ve reducido al recoger por completo y de forma uniforme todo su cuerpo. Las ventajas de ir en el asiento delan­tero, es que evita distracciones del conduc­tor al tener que girarse hacia detrás para mirar al niño y el niño se siente más tran­quilo al tener contacto visual con el padre o la madre, excepto en el caso de airbag delantero.

Grupo 1. Corresponde a niños de 9 meses a 3 años (peso de 9 a 18 kg). Es una silla similar a la anterior pero más grande y menos inclinada, que puede ir colocada de dos maneras:
‑ Colocada en sentido contrario a la marcha del vehículo. Se pueden colocar tanto en el asiento delantero como trasero, siendo reco­mendada esta posición para niños muy pequeños.
Sentido de la marcha. Se instalará tanto en el asiento delantero como en el trasero, sujetos a la carrocería con el cinturón de seguridad del automóvil o mediante anclajes. Tiene el inconveniente de que, en caso de colisión frontal el impacto no se reparte uniforme­mente por el cuerpo del niño, puesto que en la cabeza, al ser más pesada, el movimiento biodinámico es irregular y las consecuencias son más graves.

Grupo 2. Corresponde a niños de 3 a 6 años (peso de 15 a 25 kg). Es importante señalar que en este grupo el asiento de seguridad va siempre colocado en el sentido de la marcha. Por este motivo dicho asiento deberá disponer de un ajus­tador que adapte el cinturón del vehículo a la altura del hombro del niño. Existen dos tipos de asientos:
‑ Asientos con ajustes de cinta del cinturón del vehículo. Se fijan a los cinturones de segu­ridad del coche, pero es necesario un dis­positivo especial para ajustar la cinta del cin­turón a la altura del hombro del niño.
Asientos o cojines elevadores con respaldo. Semejante al anterior modelo, pero con la característica de poder desmontar el respal­do utilizando solamente el cojín a modo de elevador en el momento en que el niño ha crecido (permite su extensión al grupo 3).

Grupo 3. Corresponde a niños de 6 a 12 años (peso de 22 a 36 kg). A semejanza del grupo 2, también se acoplan a los cinturones de seguridad del coche y en dirección a la marcha del vehículo.
Asiento o cojín elevador sin respaldo. Es el descrito en el grupo 2, permitiendo ser fija­do al cinturón de seguridad de tres puntos.
Cinturones especiales. Existen dos clases, los generacionales, con tres puntos de anclaje y que han sido diseñados para niños o incluso adultos de talla inferior a 1,50 metros. El otro tipo de cinturón se denomina pectoral, y es tipo arnés de competición con cuatro pun­tos de anclaje, siendo en este caso diseñados exclusivamente para niños.

Otros sistemas de seguridad (airbag).
La colocación del airbag en los coches ha supuesto una disminución de la mortalidad en los accidentes de tráfico, de hecho se salvan apro­ximadamente 1.500 vidas por año.
Cuando sucede una colisión, el airbag sale a una velocidad de 300 km por hora, en centési­mas de segundo, permaneciendo inflado tam­bién igual corto tiempo, justo lo suficiente para evitar el golpe del cuerpo contra el cristal o el salpicadero, por citar un ejemplo. Pero este sis­tema protector puede convertirse en un arma peligrosa si el adulto no va sujeto con el cintu­rón de seguridad, en ese caso en el momento de la colisión es despedido hacia adelante, encon­trándose con un airbag que está saliendo con una fuerza brutal, lo cual provoca que el pasajero sea lanzado contra el asiento y posteriormente, por la inercia, rebotará de nuevo hacia el tablero a una mayor velocidad. Este movimiento tan brus­co provoca la pérdida del control de la cabeza, pudiendo producirse lesiones en la columna cer­vical capaces de originar la muerte o parálisis de por vida. Si este suceso ocurre en un niño, que tiene menos peso, menos talla, una cabeza pro­porcionalmente más grande y menor muscula­tura para controlarse que la de un adulto, los resultados serán desastrosos. Pero incluso estan­do el niño sentado en su silla y con el cinturón de seguridad puesto, el estallido del airbag, debi­do a la cercanía de la silla al salpicadero puede golpearle bruscamente y provocar lesiones irreversibles o incluso la muerte. Se ha comprobado que estas bolsas no son tan peligrosas cuando el niño va mirando hacia delante.
Por eso, hasta los 12, el lugar más seguro para un niño es el centro del asiento trasero, con lo cual evitaremos cualquier impacto lateral. Además que atrás estará más alejado del golpe frontal de un accidente y, por tanto, tendrá más masa para protegerse. Si no es posible colocarlo en este lugar del coche, póngale mirando hacia adelante y mueva el asiento delantero lo más atrás posible, es decir, lo más lejos del airbag y extreme las precauciones al conducir.
Este tema ha causado tan honda preocupación que, desde el 1 de enero de 1997, todos los vehículos dotados de airbag en la parte del pasajero, deben llevar en sitio visible una advertencia que prohiba viajar a los niños en dicho asiento delantero.

En resumen recuerde:
Jamás debe llevarse a un niño en brazos.
Los niños deberán ir siempre sujetos cuando viajen en coche.
Hasta los 12 meses de edad (9 kg) los niños pueden ir en su silla en el asiento delantero en sentido contrario a la marcha, excepto si el coche lleva "airbag".
A partir de esta edad irá en asiento trasero, con el cinturón de seguridad abrochado, con una silla o cojín especial, al menos hasta que el cinturón le pase por el hombro, evitando siempre que le roce el cuello.
Utilice el cinturón de seguridad en las vías urbanas e interurbanas. Su uso es obligatorio tanto para el conductor como para los ocupantes.
Enseñe al niño tanto a abrocharse como a desabrocharse el cinturón.
Jamás ponga una pinza al cinturón.
Los niños deben estar bien sujetos para evitar que molesten al conductor.

En el coche los niños deben ir sentados, no es sitio adecuado para saltar.
Recuerde que los sistemas de seguridad infantil deben ser acordes con la edad o el peso de su hijo. Si no dispone en ese momento de un sistema de seguridad infantil, es mejor un cinturón mal colocado que llevar al niño sin ningún tipo de sujeción.
Enseñe a su hijo a que se baje de los vehículos siempre por la puerta cercana a la acera o al arcén.
Acuérdese de colocar el seguro para niños en las puertas traseras de los coches.
Si el niño está muy excitado y provoca nerviosismo en el conductor, lo mejor es parar el coche y "templar los nervios".

PARQUES INFANTILES, PARQUES TEMÁTICOS – ATRACCIONES FERIALES.

Los parques infantiles facilitan la psicomotricidad, ejercicio físico y la relación con otros niños, pero no deben poner en peligro su seguridad. A la hora de acceder a un parque infantil debemos fijarnos en los diferentes aparatos que lo componen, si son apropiados para la edad de nuestro hijo y si su estado de mantenimiento es el correcto. Rechazar todos aquellos de metal o plástico que tengan bordes cortantes o astillados. El suelo del parque debería ser de corcho o material que amortiguara el golpe en caso de producirse, así serian más leves las lesiones. Descartar aquellos parques públicos sucios o con deficiencias que no cumplan las normas de seguridad de la Unión Europea y en caso de producirse algún accidente, denunciarlo al Ayuntamiento correspondiente con el fin de que proceda a su arreglo o sustitución (Fig. 26).
Vestir al niño con una ropa adecuada para jugar en el parque, evitando todas aquellas prendas que pueden engancharse, y sobre todo, gorros o capuchas con cordones atados al cuello.
Si el parque reúne unas condiciones aptas para el juego, debemos explicarle al niño cómo se utilizan las aparatos de juego y los peligros que hay que evitar.

Columpio. Según un estudio realizado en nuestro medio, el columpio supone el 59,1% de los accidentes en parques infantiles. A los niños se les debe enseñar desde bien pequeños el gran peligro que tiene si no se usa correctamente. Se les debe indicar que no "bajen en marcha", que esperen a que se pare. No ponerse delante del mismo, ni pasar corriendo por la zona de los columpios.
Tobogán. En el mismo estudio, el tobogán supone el 40,9% de los accidentes. Hay que enseñar a los niños que suban uno detrás del otro, sin empujarse. Que se cojan fuertemente para sentarse, bajar despacio y, sobre todo, no tirarse hasta que el niño anterior no haya bajado.
Estructuras metálicas. "Monkey bars" (anillos o barras paralelas suspendidas) en las cuales los niños juegan balanceándose y "climbing frames" (estructuras metálicas) por las que los niños trepan. Son extremadamente peligrosas si uno se confía, pues las caídas suelen ser desde una altura considerable y pueden producir un traumatismo craneal importante. Según varios estudios el riesgo de padecer accidentes en estos aparatos es siete veces mayor que en columpios. También se ha observado que en colegios o guarderías ocurren el triple de accidentes que en los parques públicos, posiblemente por un mayor número de niños y un menor control.
Parques temáticos. Cada vez están más en auge estas atracciones. A ellas acuden adultos y niños de diversas edades y no todas son aptas para todos los niños. Debemos saber explicar a los niños más pequeños que las normas de seguridad están para cumplirlas y no ser nosotros, los adultos, los primeros en incumplirlas, utilizando pequeños trucos para que los niños puedan acceder a las mismas (estirarse para dar la talla, indicar que tienen más edad, etc.). Hacerles ver que cuando sean más mayores ya podrán subir a las demás atracciones

Atracciones feriales. En las fiestas populares de todas las ciudades y pueblos de España se suelen instalar las atracciones feriales. Estas atraen a multitud de visitantes, entre ellos los niños. Tenemos que saber discernir las que sean seguras de las peligrosas y no dejar subir a ellas a los niños, sobre todo si no cumplen las mínimas normas de seguridad.


Tabla IV. Relación fallecimientos por sumersión según sexo.


AÑO
TOTAL
VARONES
MUJERES
1993
          614
         497
        117
1995
          649
         529
        120





Tabla V Número de fallecimientos por ahogamiento según grupos de edad.


EDAD AÑOS
NUM. DE CASOS
0-5
43
5-10
31
10-15
68
15-19
117
0-19
259




Playa, mar, ríos, lagos, piscinas.
Cuando llega el buen tiempo,  todos deseamos salir a la playa, río o lago a disfrutar de un feliz día. Lo que debemos procurar es que al final de la jornada podamos seguir diciendo lo mismo. Los accidentes en el agua por sumersión, lo que se conoce como ahogamiento y semiahogamiento, son accidentes infantiles que merecen una atención especial, no tanto por su incidencia como por su alta mortalidad y las tremendas secuelas que dejan. Hay estudios en que se demuestra que son la 7ª causa de accidentes infantiles pero ocupan el 2° lugar en fallecimientos por accidente. Según otros estudios, por cada 30 niños que sufren un accidente por sumersión sólo se salva 1, lo que indica su gravedad. En EE.UU. los ahogamientos y semiahogamientos superan los accidentes por vehículos a motor en niños menores de 5 años.
En nuestro país, según los datos obtenidos del Instituto Nacional de Estadística (1993‑1995), las defunciones según la causa y sexo (CIE, 9a Revisión) por ahogamiento y sumersión accidental, fueron de 614 en el año 1993 y de 649 en 1995, de los cuales la mayoría fueron varones, en proporción 4:1 (Tabla IV).
Según los trabajos de Daniel A. Spyker, el 42% de los fallecimientos por sumersión se producen en niños entre 0‑19 años (7% entre 0‑5 años, 5% entre 5‑10 años, 11% entre 10‑15 años y 19°/ entre 15‑19 años), lo cual nos daría un cálculo estimado en la población española de 259 defunciones/año, distribuidos de la siguiente forma (Tabla V):
Los accidentes por sumersión suelen tener mayor incidencia en los meses de verano (junio, julio, agosto, septiembre) con el 68% de los casos y un pico máximo en el mes de julio. El número de sucesos varía según el lugar donde se realiza el baño: 5% en el mar, 20% en ríos, 28% en lagos, y 39% en las piscinas. Esta diferencia de porcentajes se debe a que en los lugares más peligrosos se extreman las medidas de vigilancia o precaución (mar); sin embargo, cuando las aguas son más tranquilas, pensamos que existen menos peligros y descuidamos la prevención (ríos y lagos). Llama la atención la cifra de accidentes en piscinas, destacando el mayor número de sucesos en piscinas privadas donde no hay tanta vigilancia. Los parques acuáticos son lugares que, a pesar del gran número de visitantes que reciben, no tienen excesivos accidentes al extremar la vigilancia.
Medidas de prevención: cuando los niños sean pequeños no debemos perderlos de vista ni un solo instante. A la hora del baño estaremos cerca de ellos, vigilándolos, aunque estén en piscinas pequeñas o aquellas hinchables que colocamos en terrazas o jardines. No confiarse nunca aunque lleven "manguitos" o flotador, ya que pueden deshincharse, romperse o salirse, y siempre es más eficaz la vigilancia de un adulto responsable.
A los niños más mayores hay que ir enseñándoles cuáles son los riesgos que podemos encontrar y que aprendan a nadar lo antes posible. En el mar hay que explicarles las corrientes, la fuerza de las olas y enseñarles a respetar las señalizaciones y recomendaciones de los socorristas (color de las banderas: verde = buena mar; amarilla = prudencia; roja = peligro). Aconsejarles que no se bañen solos por si surge algún problema, ni hacerlo en sitios desconocidos o peligrosos. No lanzarse de cabeza sin conocer la profundidad del lugar por posibles lesiones en la columna cervical, al chocar con piedras ocultas bajo el agua, con trágicas consecuencias (paraplejías o tetraplejías). Ir con cuidado al bañarse cerca de las embarcaciones, sobre todo con niños mayores si practican el submarinismo. Si practican deportes acuáticos, obligarles a que lleven siempre el chaleco salvavidas. Evitar las excesivas exposiciones al sol, y usar cremas protectoras. Obligar al niño a ducharse antes de meterse en el agua y no bañarse mientras se está realizando la digestión. Evitar los juegos peligrosos como buceos prolongados. En caso de niños con perforación timpánica, obligarles a usar los tapones protectores ya que pueden sufrir algún mareo.
Todas las piscinas públicas y privadas deberían estar cercadas, con una valla lo suficientemente alta como para que no pueda ser saltada por los niños y con una puerta cerrada con llave que impida el acceso de los niños sin la presencia de un adulto o socorrista.

Lesiones por animales marinos. En el mar existen muchos animales que pueden producirnos desde pequeñas irritaciones hasta alteraciones cardiorrespiratorias, shock y muerte. Sería aconsejable que los niños supieran reconocerlos y evitarlos. Las anémonas de mar y las medusas suelen acercarse a las costas en primavera‑verano, y pueden provocar pequeñas pero molestas irritaciones a su contacto, que en sí no tienen por que causar mayor problema pero en ocasiones pueden llevar a una crisis de pánico y provocar un ahogamiento o un semiahogamiento. Lo mismo puede ocurrir con ciertos peces como la escorpa y la araña de mar, presentes tanto en el mediterráneo como en el atlántico, que poseen una aleta con veneno. Las lesiones suelen producirse en el pie al pisarlos accidentalmente dada su costumbre de enterrarse en la arena poco profunda (araña). Causa un intenso dolor que puede alterar o asustar al niño que está nadando y producir un accidente por nerviosismo. Si se bucea hay que ir con cuidado con otros peces como morenas o congrios, cuyas mordeduras producen grandes desgarros musculares y shock hemorrágico, que pueden ocasionar la muerte. El pulpo representa un grave peligro para un niño, pues si se fija a uno sus miembros (brazo o pierna) y a una roca, es prácticamente imposible arrancarse sus ventosas, lo cual impide que se pueda salir del agua y provocan ahogamiento.

CAMPO.
Con la llegada del buen tiempo, la mayoría de las familias suelen tomar la opción de salir al campo y huir de los problemas habituales de la ciudad. Probablemente, al ser un lugar en que pasamos escaso tiempo, nuestra imagen suele ser la de paz, tranquilidad y, por supuesto sin ningún tipo de peligro. Nada más lejos de la realidad. Los principales accidentes que pueden acechar a un niño, además de los señalados anteriormente por sumersión en ríos, lagos etc, son los siguientes.
Animales de campo. Podemos distinguir los denominados como animales domésticos del resto de animales. En principio los animales domésticos no son peligrosos, incluso algunos psicólogos aconsejan la convivencia con ellos para el buen desarrollo de los niños. Aun así, nunca se debe dejar solos a los niños con perros o gatos aunque estén bien adiestrados. Los niños, si están acostumbrados a convivir con éstos, tienden a pensar que todos son como los suyos. Hay que explicarles que vayan con cuidado, que no todos los animales se comportan de la misma manera y sería aconsejable que desde pequeños sepan reconocer las señales de alarma como gruñidos, pelo erizado, etc., y también que pueden estar adiestrados según su función: doméstico, guardián (pitbull, doberman, etc), o tratarse de un perro vagabundo. La máxima incidencia de mordeduras ocurre entre los 5‑14 años y en los meses de abril a septiembre, siendo el perro el animal más ampliamente implicado (20% de los casos).

Resto de animales

Animales terrestres vertebrados. En España encontramos representantes de dos familias: los vipéridos o víboras y los colúbridos o culebras.
Víboras. En la Península Ibérica sólo son consideradas venenosas tres especies de víboras:
• V. hocicuda (Latasti) en toda la Península excepto en la cornisa cantábrica y Pirineos. Hábito arboricola.
• V. aspis (Áspid) Pirineos, prepirineos, Montseny Sistema Ibérico y cordillera cantábrica. Es la que posee el veneno más activo.
• V común (Berus) en el noroeste de la Península.
Los envenenamientos suelen producirse entre marzo y octubre. Todos ellos son capaces de causar intensas reacciones locales y manifestaciones sistémicas, por inoculación de 3‑20 mg de veneno. Hay que tener en cuenta que la mayoría de complicaciones graves que ponen en peligro la vida, en caso de ocurrir, se presentan después de 6 horas de la mordedura.
Severidad del envenenamiento: en los casos de envenenamiento moderado o severo, la lesión local progresa hasta afectar o sobrepasar la totalidad de la extremidad, y aparecen náuseas, vómitos, fiebre, hemólisis, insuficiencia renal aguda, convulsiones, coagulación intravascular diseminada (CID) y shock. En estos casos se requieren una serie de medidas hasta su llegada al hospital, como lavado y desinfección locales (en principio no están indicadas la incisión de la herida y succión dado que aumentan la destrucción local de tejidos y la sobreinfección). En caso de practicarse, debe hacerse antes de 5 minutos y con técnica limpia, por personal instruido, aunque es mejor no hacerlo si el acceso al hospital es rápido. Aplicar frío local y reposo de la extremidad), así como también un torniquete. Se ha demostrado eficaz en retrasar la absorción del veneno, pero mal empleado comporta más riesgos que beneficios. En caso de emplearse, debe ser de amplitud suficiente y no muy apretado, de modo que impida solamente la circulación linfática y venosa superficial, y debe aflojarse cada 15 minutos, aunque es mejor no emplearlo si el acceso al hospital es rápido. Asimismo, es recomendable elevar el miembro afecto.
Administración de antiveneno específico (monovalente o polivalente‑"Polyvalent purified antisnake venom serum". Pasteur):
1. Administrar 0,10 cc SC. Esperar durantel5 min. 2. Administrar 0,25 cc SC. Esperar durante 15 min.  En ausencia de reacciones, administrar el resto  de la ampolla (4,65 cc) en 500 cc de S. fisio lógico 1V en 4 horas. Puede precisarse más  de una ampolla en casos graves. El antivene no es más eficaz administrado en las prime ras 4 horas, aunque también se ha mostrado  útil administrado pasadas 24 horas(incluso  al cabo de días, ha sido capaz de normali zar las alteraciones de las pruebas de coa gulación). La cantidad administrada está en  relación con la cantidad de veneno inocula do, lo cual no conocemos directamente; así  pues, nos tendremos que guiar por el grado  de gravedad y la edad del paciente (dosis más  altas en los niños).
Debe destacarse que las víboras en nuestro país raramente causan reacciones sistémicas graves, la muerte es excepcional (en sólo el 1% de los casos).

Culebras

Culebra bastarda o de Montpellier. Toda la Península menos la región cantábrica.
Culebra de Cogulla (Macroprotodon cucullatus): mitad sur de la Península.
Causan reacciones locales leves (encoriaciones), a excepción de la culebra bastarda que puede causar en algún caso incluso manifestaciones generales.
La mejor prevención consiste en evitar pasar por los lugares donde pueden anidar culebras o víboras y hacer ruido para espantarlas, pues su ataque se produce cuando se sienten acorraladas.

Animales terrestres invertebrados.
Dentro de este grupo se incluyen:
• Artrópodos (arácnidos): araña (marrón, viuda negra, tarántula) y escorpión (amarillo y E. de cola amarilla).
La viuda negra (hembra). Habita en la cuenca mediterránea, en áreas rurales. La especie presente en nuestro país es mucho menos tóxica que la americana, con venenos y aparatos inoculadores poco desarrollados. Su toxina es neurotóxica por liberación de neurotransmisores, sobre todo acetilcolina y noradrenalina.
Las manifestaciones generales aparecen a las 1‑12 horas. El tratamiento de elección en caso de aparecer manifestaciones sistémicas: analgésicos, corticoides y antihistamínicos sistémicos (dudosa eficacia), además de relajantes musculares. Es importante resaltar que no se conoce morbilidad importante en España, por lo que el antiveneno es innecesario además de que no está disponible rutinariamente.
Araña marrón o de los rincones. Habita en la cuenca mediterránea y es preferentemente doméstica. Su veneno es proteolítico y hemolítico. La variante española es poco tóxica. Las manifestaciones generales pueden aparecer en 24‑72 horas: fiebre,  malestar, erupción escarlatiniforme, artralgias, mialgias, leucocitosis, trombopenia, vómitos, diarrea, hemoglobinuria, coagulación intravascular diseminada (CID), hematuria, shock, cefalea, coma. La muerte es muy rara .
Tarántula. Presente en el litoral mediterráneo. Existe la falsa creencia de que su picadura es mortal; sin embargo, aunque su mordedura es dolorosa, sólo da lugar a reacciones locales con tumefacción y dolor alrededor de la puerta de entrada (2 puntos de inoculación). Puede aparecer una escara necrótica.
Escorpión. Presente en toda la Península. Su toxina es neurotóxica, produciendo despolarización de las terminaciones postganglionares sistema simpático y parasimpático. Son prácticamente inexistentes las manifestaciones sistémicas graves en nuestro medio y más posibles en niños pequeños en los que puede estar indicado el ingreso en observación. La muerte es excepcional en nuestro medio.
• Insectos: himenópteros  (abejas, avispas, abejorros). El peligro estriba en la posibilidad de provocar diversos efectos sistémicos que dependen de la sensibilidad individual (niños alérgicos) y del número de picaduras producidas por el insecto (10 o más), aunque no hay que olvidar que existe shock anafiláctico en el 1‑2% de los casos, incluso sin antecedentes de sensibilización previa
Prevención: como norma general, hay que evitar los perfumes corporales y las ropas de color vivo. Utilizar repelentes. En pacientes con reacciones graves de hipersensibilidad hay que advertirles del riesgo y deben llevar consigo adrenalina autoadministrable en caso de posible exposición. Debe valorarse individualmente la posibilidad de inmunoterapia.
En general las medidas preventivas que hay que mantener consisten en:
• Usar repelentes o mosquitera si duerme en el campo.
• No introducir la mano o pie en los huecos de los árboles o rocas. No levantar las piedras.
• Usar botas altas si camina por el campo.
• No tocar panales de abejas ni golpear los avisperos.
• Si caminamos por lugares escarpados hay que procurar que los niños lleven un buen calzado, y llevarlos siempre cogidos de la mano o atados con una cuerda a la cintura.
Plantas. Algunas plantas tienen frutos con colores a veces muy llamativos (rojo, negro, azul, blanco, cte.) que atraen la atención de los niños. Algunos de estos frutos son, al igual que ocurría con algunas plantas de interior, muy peligrosos. Por ello sería aconsejable, si salimos a pasear por el campo o la montaña, conocerlas y enseñárselas a los niños con el fin de evitar su ingestión.
Entre las de fruto de color rojo y muy venenosas están: Arum maculatum L. (aro manchado) en el sur de los Alpes; Arum italicum (aro) en el centro y sur de Europa; Bryonia dioica (nueza) en el centro y sur de Europa; Ilex aqu folium (acebo) en montañas de Europa central; Solanum dulcamara (dulcamara) en toda Europa; Taxus bacata (tejo) en montañas de la zona mediterránea; Viburnum opulus (bola de nieve) en montañas del norte de España; cte.
Entre las de fruto negro: Actaea spicata (hierba de San Cristóbal) en zonas montañosas del sur de Europa; Atropa belladona (belladona), toda Europa; Cornus sanguínea (cornejo), toda Europa; Hedera helix (hiedra), extensamente difundida por Europa; Rhamus catártica (espino cerval), toda Europa y norte de África; Sambucus ebulus (yezgo o matapulgas); Solanum nigrum (hierba mora o tomatillos del diablo) en toda Europa central.
De las plantas con frutos de color azul cabe destacar: Juniperus sabina (sabina común) en toda Europa; Paris duadrifolia (uva de zorra) en el sur de Europa; Poligonatum odoratum (poligonato o lágrima de David) en toda Europa; Viburnum tinus (durillo o tino) en el norte y este de Francia y mediterráneo.
Plantas con frutos de color blanco: Viscum album (muérdago) en toda Europa; Symphoricarpus albus (sinforina o bolita de nieve); cte...
Generalmente, en caso de ingesta, lo fundamental es producir el vómito lo antes posible, antes de que se absorba el tóxico. En caso de acudir a un hospital tenga la precaución de llevar un trozo de planta o fruto para su posible identificación.
En otoño, en muchas comunidades, existe la costumbre de salir al campo a recolectar setas. Si no se conocen bien pueden ocasionar graves intoxicaciones. La setas las podemos clasificar en dos grupos, las que manifiestan su toxicidad a los pocos minutos u horas (toxicidad temprana) y las que tardan más horas en manifestarse (toxicidad tardía). Este último grupo son las que revisten mayor gravedad y son las responsables de la mayoría de muertes, sobre todo la variedad Amanitas faloides. Hay que reconocerlas y evitar su ingesta. Ciertas setas normalmente comestibles suelen producir cuadros tóxicos si no se consumen en los primeros días, si ya están algo pasadas cuando se recolectan o no se consumen adecuadamente. En el momento en que aparezcan los primeros síntomas digestivos, que puede ser incluso durante la propia comida, se debe provocar el vómito y acudir a un centro hospitalario.

ELECTRICIDAD: ALTA TENSIÓN -  RAYOS.
Los accidentes de alta tensión afectan pocas veces a los niños pero, en caso de producirse contactos con cables de alta tensión, suelen tener fatales consecuencias. El motivo es que, a las lesiones producidas por la electricidad, hay que sumar las causadas por traumatismos, ya que los niños son expulsados a cierta distancia por la gran contractura muscular que se produce. En caso de ser testigos de este tipo de accidentes, habremos de tener mucho cuidado a la hora de ir a socorrerlo, pues nunca debemos acercarnos a un lesionado de este tipo si permanece en contacto con la corriente de alta tensión o a menos de 18 metros hasta que esta haya sido cortada. Los materiales aislantes no ofrecen ninguna garantía, sólo el corte de la corriente.
El rayo es el fenómeno meteorológico más estudiado, interpretado y temido en la historia de la humanidad. Cada cultura tiene una representación del rayo, dependiendo de la interpretación y la observación del fenómeno. En las culturas griega y romana, Zeus y Júpiter son los dioses de los rayos. En los países anglófonos el jueves es el Thursday, día dedicado a Thor, el dios de los rayos, mientras que en italiano es Juvedi al igual que en español es jueves, es decir, días dedicados a Júpiter. Hasta en el billete de un dólar de los Estados Unidos su águila tiene rayos en las patas.
Los rayos son fenómenos atmosféricos naturales. Se estima que se producen más de 50.000 tormentas y 8 millones de rayos al día en todo el mundo (cien por segundo). La incidencia y mortalidad por fulguración son muy difíciles de determinar ya que no existen agencias que registren estas lesiones y, por otra parte, muchas víctimas no reciben tratamiento en el momento del accidente. Sin embargo, sólo en EE.UU se calculan de 75 a 150 muertes por año y más de 1.500 víctimas menores. Las lesiones por rayo tienen una tasa de mortalidad del 30% y más del 70% de los supervivientes tienen alguna lesión residual importante. El rayo tiene una magnitud de energía mucho más alta que la descarga eléctrica, una duración de exposición mucho más corta y una vía de corriente diferente. La corriente del rayo puede ser muy alta, de 100 a 200 millones de V y 200 A. La duración instantánea del flujo de corriente con frecuencia produce que ésta "forme arco" por fuera de la víctima, fenómeno que puede influir en la elevada tasa de supervivencia, considerando la magnitud de corriente que interviene. Sin embargo, una pequeña cantidad de corriente puede entrar en la víctima, trastornar la función de los centros cardíaco y respiratorio y producir un paro cardiopulmonar inmediato.
Los accidentes por rayo implican generalmente a más de una víctima al saltar la corriente de un individuo a otro o a través de la tierra alcanzando a un grupo de personas que se ha refugiado de la tormenta. Es cierto que las probabilidades de caída de un rayo, y especialmente en algunas zonas, es pequeña; el riesgo aumenta a medida que salimos de la ciudad hacia zonas más despobladas.
¿Cómo protegerse de un rayo? Si hay tormenta y usted está bajo ella, protéjase de los rayos en automóviles y otros vehículos cerrados con carrocería metálica, edificaciones bajas que no sean iglesias ni torres o que tengan puntos sobresalientes o diríjase a refugios subterráneos, viviendas o edificaciones con sistemas de protección contra rayos.
Si debe permanecer en la zona de tormenta, busque las áreas, los refugios y las edificaciones más bajas, o busque zonas pobladas de árboles, evitando los árboles aislados. Si se encuentra ais­lado o lejos de refugios, adopte la posición de cuclillas, no se acueste sobre el suelo, junte sus pies y no coloque las manos sobre el suelo.
Cuando se presenta una tormenta eléctrica, por precaución aléjese de terrenos deportivos o de campos abiertos, evite la cercanía a líneas de transmisión eléctrica, cables aéreos, vías de ferro­carril, tendederos de ropa, cercas ganaderas y mallas eslabonadas y por supuesto, huya de torres metálicas de comunicaciones, de alta tensión o de perforación.
Los sitios que ofrecen poca o ninguna pro­tección contra los rayos son las tiendas de cam­paña (carpas) o refugios temporales en zonas despobladas, los vehículos descubiertos o no metálicos, y las edificaciones alejadas de otras viviendas.

Lesiones por hipotermia. Aunque nuestro país no puede considerarse como especialmen­te frío, en el centro y norte de España son fre­cuentes en la época invernal temperaturas por debajo de los 0° C. En este apartado queremos referirnos especialmente a los problemas deri­vados de los llamados deportes de invierno, cada día más de moda. Los niños suelen deslizarse por las pistas, sin ningún tipo de control (padres, monitor), con la falsa seguridad de que las indi­caciones son suficientes para poder guiarse sin problemas, pero en ocasiones, por despiste o por caída fuera de las pistas, se producen lesiones por hipotermia, que conviene tener en cuenta. La gravedad de las lesiones dependerá tanto de la temperatura ambiental, como de la duración de la exposición, vientos, inmovilidad, opresión de la ropa y vapor ambiental. El calor corporal es mantenido inicialmente con la tiritona, que cesa a los 30‑33° C. Pero por debajo de esta tem­peratura harán su aparición un cortejo de sínto­mas, pudiendo llegar, si la temperatura se sitúa en los 26‑25° C, al cese de la respiración con apnea, rigidez, ausencia de pulso, arreflexia, pupilas arreactivas y midriáticas, ete., dando la sen­sación de muerte aparente. En estos pacientes las maniobras de RCP básica deben mantenerse por encima de los 30 minutos si no hay respuesta positiva. El cerebro en hipotermia puede sopor­tar, sin dejar secuelas, hasta 1 hora a 16°C en parada. Hay que recordar que,"Ningún paciente hipotérmico está muerto hasta que se halla caliente y muerto" (Reuler).
En general, si hay que permanecer en luga­res con bajas temperaturas, se recomienda llevar ropa adecuada con varias capas que permiten el atrapamiento del aire (el aire es un aislante efi­caz), lo que reduce la pérdida de calor por con­ducción y convección. La ropa no debe opri­mir y es necesario llevar protección especial en manos, pies y cara.


ACCIDENTES POR PIROTECNIA, FALLAS, CORREFOCS O CORDÁS.

Accidentes por pirotecnia. En los últimos años se ha producido un incremento en el uso de artículos de pirotecnia en fiestas populares de ciudades y pueblos, lo que se traduce tam­bién en un aumento de los accidentes. Los niños suelen ser los más afectados por el uso inade­cuado de petardos y cohetes. La edad de mayor incidencia de este tipo de accidente se sitúa entre los 7 y 13 años. En estas edades los padres aban­donan un poco la vigilancia, se accede a petar­dos más grandes, con más cantidad de pólvora, y no se cumplen las normas de seguridad esta­blecidas. Las partes del cuerpo más afectadas suelen ser las manos, dedos, cara y cuello. Puede dar lugar a hemorragia severa con el consiguiente peligro de muerte o parada car­diorrespiratoria. La mejor medida de prevención seria estar siempre controlados por un adulto "responsable" y utilizar productos pirotécnicos adecuados a cada edad.

Fallas, hogueras callejeras. En determina­das fiestas (fallas, fiestas populares) se celebran en las calles hogueras que pueden resultar muy graves si no se cumplen las normas de seguridad que cada autoridad autonómica o municipal ha dictado a tal efecto. Entre ellas están: no acer­carlas en exceso a las fachadas, árboles o tendi­dos eléctricos, dejar espacio para e1 acceso de vehículos de urgencia (bomberos, ambulancias) si fuera necesario su uso, no acercarse en exce­so y usar ropas ceñidas al cuerpo, y nunca llevar productos de pirotecnia cerca del fuego. Está ter­minantemente prohibido quemar productos tóxi­cos o que desprendan gran cantidad de humo como plásticos, neumáticos, ropas, sprays, etc.
Correfocs o cordás. Estas actividades popula­res también han proliferado en los últimos años. Para evitar accidentes hay que tener presente que los niños no pueden ni deben participar en ellas; sólo pueden estar como espectadores y siempre protegidos. Si los niños mayores participan deben cumplir las normas de seguridad que cada autoridad tiene establecida. Deben llevar ropa ade­cuada: pantalones largos, calzado adecuado y ais­lante, camisas o suéter de manga larga y ajusta­dos al cuerpo de material no combustible para evitar que se prendan fuego con facilidad. Lle­var protectores en manos y cara, en caso de cor­dás. Llevar la bolsa o cajón con los productos pirotécnicos de tal forma que impida que una chispa se introduzca en ellas y se produzca una explosión.

(extracte de: Manual de reanimación cardiopulmonar básica en pediatria. Ignacio Manrique Martínez.)